A la Feria de los Gitanos, como ya comenté en la columna de ayer, se la denominaba La Feria Chica. Las familias gitantas se reunían en la Plaza de España por la noche, después de haber intervenido en la feria de ganado en la 'Barrida del Bizcocho' y todas, unidas, hacían corros para cantar y bailar, acompañadas de los payos, que estaban encantados de verlas. Todo era normal. Los jóvenes buscaban a la más guapa gitana para hacerla su novia y si había discrepancia familiar, tomaban a la novia y la metían en la casa de un pariente. De esta manera se formalizaba el noviazgo y nadie podía impedirlo, al igual que su posterior casamiento.

Las bodas gitanas son un ritual que ha perdido su frescura al entrar las cámaras de televisión en el rito y en el canto de amor y boda del Yeli, yeli . En las bodas de entonces, la novia tenía que demostrar su virginidad y la celebración se convertía en el más puro acto ceremonial de la raza gitana. Ningún otro acto tan puro y sincero lo era como este. Vino la Democracia y todo se democratizó, incluidos los gitanos. La apertura de su política y religión llegó a tales extremos que la misma raza gitana se dividió en sectas religiosas. Algunas de ellas, hasta prohibían cantar y bailar.

El Ayuntamiento de Mérida, con la mejor intención, puso una carpa y dio subvenciones para la clebración de la Feria Chica y después, poco a poco todo se fue diluyendo. En la barriada emeritense de La Paz, cada año se turnaban una paya y una gitana para ser las reinas de sus fiestas.

La raza gitana es la más lista e inteligente del mundo: cientos de años intentando acabar con ella y ha sobrevivido, desde los Reyes Católicos, con una persecución implacable, hasta la época de la dictadura. Los guardias civiles no los dejaban ni a sol ni a sombra, aunque su mayor delito era robar alguna gallina. En Mérida a las familia deLos Biri , Saavedra , Silva Salazar y otras, se las ha apreciado y querido siempre.