Hace años que no voy a ninguna representación en el Teatro Romano de Mérida, ni como espectador ni como periodista. El pasado año ha sido diferente. Lo sé. Uno de los mejores críticos teatrales de la región, José Manuel Villafaina , estaba casi satisfecho y esto me vale. Ya era hora. Las anteriores ediciones era un fiasco de tomo y lomo. Han hecho lo que les ha dado la gana, han representado obras con unas versiones tan libres que eran repugnantes y el festival no dio al traste por tener un escenario que solo con presenciarlo y estar allí, ya es suficiente. Tengo ganas de ver una buena obra de teatro, con una digna versión, una compañía y actores que sepan estar en este escenario, que es un lujo para cualquier intérprete por el que ya puede sentirse orgulloso, al margen de lo que pueda ganar por su trabajo

He sido muy crítico con lo que se ha hecho. Y voy a seguir siéndolo con las actuaciones de conocidos cantantes, de vergüenza. Este teatro, este escenario, merece un respeto, no se debe convertir en una discoteca. Lo único que hace falta es que el cantante o la cantante de turno invite a los espectadores a subir al escenario a bailar.

Pero por fin hay una persona profesional, que sabe de teatro, como Jesús Cimarro , que también tiene sus detractores. Este año no falto, intentaré disfrutar como tantas otras veces, sobre todo, en aquellos ensayos generales con Pepe Tamayo , Manuel Canseco y con algunas de las obras, no todas, que traía Pepe Monleón .

José Antonio Monago le ha dado el espaldarazo a Jesús Cimarro , lo que no ha hecho nunca un político con visión de futuro. Aunque le guste y vaya a ver y escuchar a Raphael en el teatro tomano. Algo malo tenía que tener el presidente.

Pero, en el silencio de la noche, me gustaría oír el pitido del tren a la entrada de Mérida. Cuando se oye, el público está en silencio y saboreando el gran espectáculo que supone una buena obra de teatro en el Teatro Romano de Mérida.