Menudo enfado tiene Pelín con un diario badajocense que, en plan chirigota, se mofaba de Mérida ‘entre aplausos’. No deja de ser curiosa la fijación de algunos pacenses, y de su diario, con Mérida y no viceversa pues aquí, en carnavales, nadie se ha acordado de Badajoz (ni de su diario). El cabreo de Pelín llega al extremo de recabar firmas para que le retiren el nombre a una calle de Mérida que, cosas de Ángel Calle, ostenta la denominación del diario de Badajoz.

La casualidad ha hecho que esa fuera la calle de mi infancia, donde estaba nuestra casa en la Papelera Santa Eulalia, cuando se llamaba Camino Viejo de Esparragalejo. Al lado, la vía del tren y el tejar de Norberto del Río (de ahí La Chimenea, como se la conoce ahora) y detrás nada, pues esos terrenos eran la frontera de Mérida, allende la cual solo estaba el Guadiana (lento Guadiana), un bosquecillo de eucaliptus que había plantado mi tío Rafael y, más allá, la Alcantarilla Romana.

Se de lo que hablo. Lo que ignoro son los motivos por los que el periodismo gurugú ha sacado de sus rescoldos algo que solo era testimonial y apenas reducido al ámbito del fútbol: la pueblerina rivalidad que desde el pueblo del diario tienen con Mérida, sea por capital, sea por haber estado en Primera, sea por lo que sea. Y eso que, por motivos, a Mérida le sobran para quejarse ante la discriminación pacense. Y aunque los quejíos no valen para nada, menos vale avivar viejas rencillas, pues la siembra de vientos trae cosecha de borrascas.

En Extremadura más que tormentas inducidas necesitamos un cambio climático que equilibre aquello que cantó Francisco Gregorio de Salas. «Espíritu desunido domina a los extremeños/jamás entran en empeños/ni quieren tomar partido/cada cual en sí metido/y contento en su rincón/huyen de toda instrucción/ y aunque es grande su viveza/vienen a ser, por pereza/los indios de la nación». Pero, algunos, parecen empeñados en que la frontera, la frontera… esté en Talavera.