Como abejas al olor del néctar, extremeños de diferentes pueblos acudimos cada año a Mérida para ver buen teatro. Esta vez, tampoco me defraudó. No pretendo hacer la crítica del espectáculo, para eso están los críticos teatrales. Así como Nerón incendió Roma, las cuatro actrices que interpretan Fuegos en el Teatro Romano de Mérida, queman la conciencia de los espectadores, crean inquietudes, aunque siempre haya quien no esté dispuesto a escuchar algo diferente de su propia imagen del mundo. A la gente le cuesta identificarse con personajes liberales que traspasan el umbral de lo políticamente correcto.

Fuegos es un tema revolucionario sobre la libertad de la mujer, el dolor de no ser correspondida, la obsesión de sentirse abandonada por el amado que te deja el alma hecha jirones. Pero para saborear la felicidad hay que sufrir. Todos los personajes en el escenario cuentan la misma historia: un viacrucis de penurias amorosas por encontrarlo en diferentes lugares, personas, épocas. Y, aunque se sufra, ese viacrucis es más entretenido que quedarse en casa con el aburrido esposo. Para Yourcenar , más vale un amor intenso, aunque te abandone, un pájaro volando, que otro en mano. Y por ese abandono, la mujer se desespera, pero ha disfrutado con la experiencia, aunque no haya conseguido el objetivo final de retenerlo, también es un premio el recorrido, el mientras duró.

No sé si la sociedad está preparada para asimilar el contenido de esta obra poética, feminista y profunda. Es más fácil seguir los diálogos en una obra convencional que estar pendiente de los cambios de matices de los monólogos, pero disfrutamos con momentos de calidad artística insuperables que te golpean y conmueven. No es que sea un obrón sublime, ni lo pretende, pero es intimista, catártica para la mujer que ha tocado fondo; a pesar de ser la víctima, piensa que merece la pena haberse enriquecido con varias formas del amor. Preferible a una vida correcta pero sin sentir la pasión que arrebata y te hace vibrar, aunque sepas que no es para siempre, con palabras que expresan todo el sufrimiento de un corazón roto. Lo importante para un autor es poder transmitir sus propios sentimientos a los demás. En Fuegos, Marguerite Yourcenar lo logra.