--Tras la disolución de la Asociación de Amigos del Festival de Teatro se acaba de crear el Foro Mérida Festival. ¿En qué consiste?

--Surge para continuar la labor de esa asociación, que empezó a trabajar en 2012, pero no fue posible, porque desde el patronato del festival se nos impidió hacerlo hasta el punto de que, pese a estar registrados, varios meses después y fuera de plazo, se nos dio de baja a petición de la gerencia del festival (por supuestamente utilizar su nombre sin autorización). Se nos dio de baja teniendo 208 socios, un gran logro en tan poco tiempo, y entendemos que no debemos dejar esa iniciativa. Por eso hemos creado este foro, que preside José Monleón, el último gran teórico del teatro en España y el director del festival más importante desde 1984. El objetivo es ser vehículo de reflexión, análisis, de estudios y publicaciones sobre todo lo que supone el festival desde su creación a hoy.

--¿Cuál es la diferencia entre el foro y la asociación?

--Escasa. Queríamos seguir siendo "amigos del festival", pero nos han visto como enemigos. La solución para seguir trabajando en torno a eso ha sido constituir una actividad sin más trascendencia legal que un foro. También pensamos en una plataforma, pero aparenta un sentido reivindicativo y no pretendemos eso, sino estar cerca del certamen, porque somos gente que hemos trabajado ahí mucho tiempo. Una plataforma iba a dar una imagen de beligerancia que no tenemos.

--¿Hay posibilidad de colaborar con los actuales gestores del festival?

--Por nuestra parte, sí. Por la parte suya, se lo debes preguntar. Yo entiendo que no, pero sería bueno que respondieran. Creo que es difícil porque nosotros salimos del festival por gracia, o desgracia, de un despido masivo. En mayo de 2012 fuimos despedidas siete personas de la oficina permanente y tuvimos que recurrir a la Justicia para percibir lo emolumentos que habíamos dejado de cobrar. Esos recursos, que por cierto estamos ganando en los tres o cuatro juicios celebrados, son malinterpretados por los políticos. Y esto nos hace que nos vean como enemigos, lo que lamento profundamente.

--A raíz de todo esto, mucha gente les sitúa en el resentimiento.

--Yo lo entiendo, pero resentimiento no hay ninguno. Es la imagen que desde el consorcio o de la oficina del festival se ha pretendido dar. Pero si partimos de la base del resentimiento, eso debería demostrarse con hechos y a mí me gustaría que me dijeran qué hemos hecho nosotros, públicamente, para manifestar nuestro resentimiento.

--¿Cuáles son sus propuestas?

--La principal es que nos olvidemos de la privatización. Si el certamen nació de una política de izquierda, la izquierda moderada de Manuel Azaña en la Segunda República, no puede olvidarse de eso. No puede estar pensando, como ocurre ahora mismo, en la promoción, en la publicidad, en los ingresos. El hecho cultural también importa, sobre todo en un festival tan importante. Cuando una empresa privada se hace cargo del festival, su interés es ganar dinero. Si de paso trae cultura, bien, pero su interés es ganar dinero. Ese planteamiento me parece errado para el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.