La jubilación del doctor Félix Díaz , jefe de Servicio de Medicina Interna en el hospital de Mérida, profesor de la Universidad de Extremadura y, durante más de una década, director de la escuela de Enfermería de Mérida, ha dejado un poso de su profesionalidad y amistad. El pasado sábado, unos 70 amigos le hicieron un homenaje --sus compañeros de hospital le habían hecho otro días antes--, que fue la demostración de los muchos que tiene en la ciudad. Es un abulense con cimientos en Mérida y con raíces como para quedarse entre nosotros. Y nosotros, encantados.

Dentro de su seriedad, de su carácter, es un profesional que todos han apreciado. Es de los médicos que, aunque su especialidad es medicina interna, tiene lo más importante: ojo clínico . Los amigos le consultan de todo: glucosa, colesterol, triglicéridos, si hay un virus que nos está dando la lata, se preocupa de ver el historial para darte su opinión y, gracias a Dios, son de los médicos que te cuentan tu enfermedad dándole siempre un toque de esperanza, no son de los facultativos modernos que, como el paciente debe saber todo, le sueltan a bocajarro: "Tiene usted seis meses de vida y con un tratamiento fuerte, es posible que llegue al año". Esto me lo dicen a mí, y el año lo convierto en una semana, nadie se quiere morir y menos saberlo por anticipado.

Felix Díaz es de los que, al margen del consejo o el tratamiento, siempre te dan una palmada en la espalda para convencerte que la esperanza es lo último que se pierde. De estos profesionales ya quedan pocos, los jóvenes médicos son de la teoría que cuanto antes se entere el enfermo de su enfermedad, mejor. Pues a mí, que no me lo digan hasta el instante de doblar la servilleta . O, como diría Paco Crespo Mogollón , es mejor no saber si estás apuntalado y con cara de caja de pino.

Félix tiene buenos amigos y se lo ha ganado. Al margen de su profesionalidad, es una magnífica persona y se le quiere de verdad.