Un laboratorio vivo en el centro escolar. Esta es la idea sobre la que se sustenta el proyecto de la red de huertos educativos de la ciudad que con el inicio del nuevo curso académico ha vuelto a ponerse en marcha. Unos 30 centros educativos e instituciones emeritenses participan este año en la creación de sus propios espacios de cultivo con el objetivo de impulsar valores, promover la interacción entre sus participantes y educar en la sensibilidad y el respeto con el medio ambiente. La delegada de Educación, Silvia Fernández, destaca que se trata de un «proyecto integral» en el que los estudiantes aprenden «cosas tan simples como guardar un turno, la responsabilidad sobre el riego, la planificación, el trabajo en equipo, el respeto y el ayudarse unos a otros». En este sentido, sostiene que en la educación para la salud «no hay mejor manera de que los niños vean cómo se cultivan los alimentos».

La actividad se realiza en los propios colegios, mientras que en los que no disponen de patio exterior, como puede ser el caso del colegio Trajano, se les adaptan maceteros para que puedan cultivar los productos hortofrutícolas. «Esta solución técnica se lleva haciendo desde hace mucho tiempo en la ciudad y no tener un espacio no es un problema», explica el delegado de Parques y Jardines, Marco Antonio Guijarro, quien apunta que «son los propios centros los que aprovechando ese cultivo de las especies que hayan elegido lo utilizan para inculcar valores educativos».

Cada centro cultiva y gestiona el huerto de una manera independiente, según su programa educativo y sus características, por lo que cuentan con una total autonomía en la concepción de las dimensiones y tipos de huerto, grupos que lo utilizan como recurso metodológico y la forma de utilizarlo pedagógicamente. Además, los colegios reciben por parte del consistorio emeritense las semillas, plantones y las indicaciones técnicas necesarias para poder llevarlo a término con garantías. A los centros que tradicionalmente han integrado la red de huertos se suman este año la cooperativa docente Atenea, la escuela de arte, el instituto Extremadura y la biblioteca municipal Jesús Delgado Valhondo.

«Es un proyecto que hay que defender porque supone un ejemplo educativo claro. Nos encanta el rumbo que está cogiendo porque está mejorando e implicándose mucho más las instituciones», subraya Fernández. En esta línea, el delegado recalca que con esta actividad se produce «una interacción de todos los núcleos familiares porque nos han contado en algunos colegios que han ido abuelos que han tenido huertos y les han ayudado a los niños, además le cuentan los beneficios que tiene ver crecer una planta». El hecho de que los jóvenes trabajen con elementos primarios y fundamentales como la comida, el agua, la tierra y el sol, el huerto escolar proporciona el soporte idóneo para que se materialice el espíritu creador de forma tangible, además de trabajar los valores medioambientales y ecológicos, ya que en ningún caso se permite utilizar productos químicos en estos cultivos.