Hace años. Muchos. En la avenida de Proserpina hay un hoyo de más de un metro de diámetro y otro tanto de profundidad. Transcurre una cañería que al llegar las lluvias, el agua va a tal velocidad, que es imposible que el caudal siga su curso. Sale, inunda la calle y, en ocasiones, más de medio metro de altura impide que los vecinos puedan circular ni salir. La última vez varios coches tuvieron que ser sacados con la grúa. En una avenida como cualquier otra calle emeritense. Y nadie hace el mínimo caso.

Ha estado viéndola Caldera, manda más que los mismos arquitectos municipales. Ha pedido que se le haga, hace meses, un presupuesto para ver lo que costaba. Nada. No recibió presupuesto. Estamos hablando de una calle, la avenida principal del lago de Proserpina, de seis metros de ancha, una distancia de veinte metros hasta el lago. Puede que haya alguna roca granítica que impida que los tubos transcurran por el nivel normal, pero hoy, los adelantos, tienen medios para, en tan poco espacio, evitar estos impedimentos sin tantos gastos. Y lo ha visto el ingeniero de Montes, Antonio Espárrago, y algún que otro técnico de Obras y Sanidad, como Miguel Sáiz, y hay partes de la Policía Local. Lo sabe, y, lo ha visto el concejal de Obras, Manuel Gámez. Ha pedido explicaciones. No le han dado nada. Y ha estado la concejala responsable de Proserpina a nivel municipal Carmen López, ha puesto tres vallas y dos están en el suelo.

Lo sabe Pilar Vargas, concejal de Urbanismo, que no se anda con pamplinas y pone firme al lucero del alba, tampoco, ni a ella le han hecho el más mínimo caso, y ya es difícil. Y el alcalde Pedro Acedo ha pedido que resuelvan el caso. Nada. Aquí está muy claro, alguno hace lo que le sale de los mismísimos cojones.

Que no muera ningún niño al caer porque alguien tendrá responsabilidades.