La falta de monjas de clausura en el convento de las Concepcionistas de Mérida que releven a las de mayor edad es una preocupación de las autoridades eclesiásticas.

Año tras año desciende el número de monjas en la ciudad y esas bajas no se cubren, según manifestó a este periódico un párroco de Santa Eulalia. La situación, lejos de mejorar, parece no tener solución a corto plazo.

El problema ya fue expuesto por el alcalde Pedro Acedo durante su intervención el pasado 8 de diciembre en la parroquia del convento con motivo de la renovación del voto de la Inmaculada Concepción, una tradición que se prolonga ya durante 383 años en la ciudad.

En el acto, Acedo mostró su deseo de que "aumenten las vocaciones" para que haya más monjas en el convento de las Concepcionistas, las conocidas como encerradas .

El próximo año, precisamente, se cumplirán 150 de vigencia del dogma inmaculado, desde que Pío IX lo concedió en el año 1854.

Sin embargo, este no es un inconveniente que atañe sólo a las monjas, sino también a los sacerdotes, ya que cada vez son menos los curas que hay, sobre todo en los pueblos de la comarca, algo que afecta además a aquellos que trabajan en Mérida.

DE LA PAZ A MIRANDILLA Es el caso de Guillermo Díaz Manzano, cura de la barriada de La Paz, que además de oficiar misa en la parroquia de San Francisco de Sales y en la de Nuestra Señora del Rosario, se tiene que desplazar a Mirandilla para encargarse de la parroquia de Santa María Magdalena.

Esta misma situación se repite en las localidades cercanas a la ciudad, como Trujillanos, San Pedro de Mérida, Valverde de Mérida o Villagonzalo, pueblos que siempre han tenido sus propios sacerdotes y que ahora tienen que compartirlos.

Según este sacerdote emeritense, esta falta de curas se debe a que se ha ido perdiendo la tradición religiosa, debido a una falta de compromiso y de generosidad, argumentos que son válidos también en lo referente a la cada vez menor presencia de monjas en los conventos.

A este respecto, el pasado mes de septiembre el arzobispo de la Diócesis de Mérida-Badajoz, monseñor Antonio Montero, nombró a treinta sacerdotes para el nuevo curso pastoral, ninguno de ellos para las parroquias de Mérida, pero sí algunos para localidades cercanas como Arroyo de San Serván y Calamonte. En esta decisión se observa la tendencia a atribuir varios municipios a un sólo sacerdote debido a que las iglesias rurales se quedan sin curas.