TCtuando en Mérida no existía el servicio de limpieza no nos quedaba más remedio que aguantar el chaparrón como fuera, pero la limpieza en un municipio dice mucho a los ojos de los que lo visitan, máxime cuando precisamente en esta ciudad el turismo es la fuente de ingresos más importante; por algo somos Patrimonio de la Humanidad.

De todas las maneras, la culpa no es de la empresa contratada, a la que por cierto no tengo ningún interés en criticar ni desairar; más bien se trata de nosotros, los propios ciudadanos. Mérida es visitada por cientos de personas sino miles, y a partir de mañana nos invadirán sobre todo quienes van a asistir la próxima semana al XVIII Congreso Internacional de Arqueología Clásica.

Una ciudad no es sucia por naturaleza, son sucios sus habitantes y Mérida no se merece esto. Es lastimoso ver el Decumanus (calle Santa Eulalia) y el Cardo Maximus (zona del Arco de Trajano), llenos de chicles pegados en el suelo. Además de todo esto transigimos complacientemente la mugre en determinadas fachadas en viviendas del centro del caso urbano, que si los propietarios no quieren o no pueden lavarles la cara, bien podría el ayuntamiento preocuparse de ello como en otros lugares y cargarle el coste con posterioridad. Ejemplos de la inmundicia los tenemos en la perspectiva del fondo del Arco de Trajano, cuando lo fotografiamos desde el edificio de Telefónica, o en las pequeñas casas de la calle del Puente.

Los excrementos de perros, en general y a pesar de la normativa vigente, casi nadie se preocupa de recogerlos, los animales continúan sin sus bozales y la policía local mirando para otro lado, con lo desagradable que es ir por la calle pisando heces caninas.

Pienso que sería interesante que las autoridades locales tomaran este asunto con más celo y empezaran a tocar el bolsillo, igual que lo hacen con los vehículos mal aparcados; al fin y al cabo es su obligación y para eso están. Sería otra fuente importante de ingresos para el municipio. Alguien tiene que empezar a dar clases de urbanidad, si no se reciben en las casas propias.