TDtespués de leer la prensa diaria, me las busco como puedo para organizar la extensión literal que me permite esta columna y no me queda más remedio que tranquilizarme y utilizar alguna habilidad personal para llegar hasta ustedes. Me relajo, dejo de pensar y procuro terminar con la rabia y la mala leche que me embarga cuando leo determinadas cosas. Las noticias son siempre las mismas, mentiras y más mentiras. Conclusión: A los responsables políticos, ya sean locales, regionales o nacionales, les preocupa un bledo la situación de nuestra ciudad. La apatía, la pereza y la indiferencia son sus armas favoritas.

Da la impresión de que los argumentos siempre son los mismos, que el contexto es el que es y no se puede variar; lo poco que se hace o no... es lo mejor que se puede elaborar y pensarán que somos tontos. Además de todo ello, no entienden que vivimos en una sociedad avanzada y que corremos al ritmo de las nuevas tecnologías y tendencias del mundo globalizado de la comunicación y las redes sociales.

Hemos dicho por activa y por pasiva que Mérida necesita un estatuto de capitalidad pero todo sigue igual, como el que oye llover. ¿Pensarán que nos van a perdonar la vida con ello? Los responsables municipales cursan, repasan y meditan sin dar una explicación, se eternizan cavilando el tema y echándole la culpa a la Junta y a cambio, reciben el silencio por respuesta.

Y estos políticos son los que nos iban a solucionar no sé cuantas cosas. Lo único que han conseguido es desmoronar el acervo funcionarial, desarreglar el empleo, privatizar servicios que funcionaban y asegurarse puestos de confianza. Otra cosa no, porque seguimos con un estado deplorable de nuestras calles, mucha porquería suelta (fachadas indecorosas por mucho que lavemos la cara del ayuntamiento) y nuestros visitantes estupefactos y aturdidos, porque lo que está a la vista no necesita anteojos.

En fin. Con esto termino, pero Mérida precisa compromiso y responsabilidad política sin demora, ya está bien de tanto maquillaje, no valen más excusas ni mentiras. Por supuesto yo continuaré soplándoles al oído sus incumplimientos con mucha perseverancia.