Con la jubilación viene el descanso que, después de más de cuarenta años de servicio, tiene todo el derecho a respirar. La escuela es vocacional y Elena Puértolas Miguel ha sido y es una maestra de lujo.

Hizo la carrera en el colegio de las Josefinas. Comenzó en el grupo Trajano de Mérida en alfabetización, dos años; y Almendralejo y Don Benito. Su objetivo era leer y especializarse. Más lista que el hambre.

En la década de los sesenta hizo la especialidad de Séptimo y Octavo en Badajoz y allí se enamoró de Luis Caro Constantino, maestro, lo mejor que he conocido. Con este amigo se rompió el molde de la bondad, profesionalidad y trabajo, y que el año pasado también se jubilaba.

Nuestra amistad se consolidó en Aljucén donde coincidimos como maestros, allí nuestros hijos se hicieron hermanos con los de otra compañera y comadre Mercedes Molina. ¡Cuántos recuerdos! Elena no dejaba nunca de leer y estudiar. Hizo las oposiciones en Sevilla de párvulos y en 1974 volvería al Trajano, donde ha estado treinta años desempeñando las tareas de profesora de párvulos, jefa de estudio y directora. Y, como la muchacha no podía estar sin leer y sin estudiar, se licenció en Pedagogía en la UNED.

Cuatro hijos. El mayor César le ha salido cura; Elena, que ya le ha dado dos nietos, es licenciada en Educación Física en Monesterio; Susana, reconozco que es mi preferida, a la que más quiero, también tiene un hijo y se encuentra como Trabajadora Social en Badajoz, y Berta, Fisoterapeuta con licenciatura en Lisboa, profesora en la Universidad de Badajoz.

Elena se ha ganado un merecido descanso y con su marido Luis lo aprovecharán ahora mejor que nunca. Y a ver a los nietos y al cura. Y leer, sobre todo leer.

Era muy amiga de mi padre que algún poema tiene dedicado en exclusiva para ella. Y son mis mejores amigos. Son cojonudos.