Ayer presentaba el sacerdote Juan Fernández ante todos los medios de comunicación el libro Vida e historia de Santa Eulalia . Hoy lo hará a las nueve en la sociedad Ateneo Liceo de Mérida acompañado de sus compañeros y amigos.

Le conocí cuando tenía once o doce años en el seminario de San Atón en Badajoz, era mi inspector y cuidaba de nosotros en los estudios, comedor, capilla, pasillo y dormitorio. Mi forma de ser, nervioso como toda la familia, le daba patadas a las sábanas, mantas y colcha en la cama en pleno invierno en un dormitorios con treinta o cuarenta camas, con un frío que se congelaba el aliento y Don Juan, todas las noches, se levantaba de su camarilla, un pequeño dormitorio junto al nuestro, para arroparme. Como si fuera mi madre, me remetía manta y sábana para que no me quedara encima de la cama.

Han pasado los años. Nos hemos encontrado en Mérida y la amistad se ha acrecentado y le presentaré el libro esta tarde y le arroparé todo lo que pueda como él hizo conmigo.

Juan Fernández no sólo ha escrito este precioso libro, que ningún emeritense debe dejar de leer, sino que estuvo trece o catorce años publicando una revista, Olalla , cuando estaba en la parroquIa de Santa Eulalia. Apartarlo de ella fue una equivocación total, ahora ya jubilado y siendo Canónigo de la Concatedral de Santa María y capellán de las monjas concepcionistas sigue su labor sacerdotal. Don Juan es un auténtico santo.