Pasear por Mérida es una delicia. Un paseo por el río Albarregas y contemplar un puente romano y dos acueductos, el de Los Milagros y San Lázaro, es algo que te sobrecoge, y si es un atardecer te ilumina ese interior que tanta falta nos hace, a unos más que a otros.

Ahora, quien mejor se lo pasa son las gallinetas, que la conocíamos como pollas de agua, las hay por cientos al lado del camalote, debe ser un menú muy apetecible para estas aves, que no hacen el trabajo que la Confederación Hidrográfica del Guadiana espera, pero se lo pasan bien. También se las ve por los arrozales y como hay a un lado y otro de la carretera, en las Vegas del Guadiana, hay muchas que mueren al atravesarla, no hay pasos de peatones en estas vías y las pobres mueren en el asfalto.

Ya han limpiado lo más gordo, el Camino Viajo de Almendralejo y Calamonte, pero hace falta una limpieza a fondo.

Se ha blanqueado la ermita de San Isidro y sólo falta que el ayuntamiento pida que se la conceda la Consejería de Agricultura, ¿para que quieren ellos una ermita en Proserpina?, y no ceder terrenos para hacer otra en terrenos municipales, ya la tenemos, y es el momento de conseguirla y celebrar el próximo año San Isidro en su ermita, como ha sido siempre.

Y por fin se ha limpiado el entorno del puesto de socorro de la Cruz Roja en el embalse de Proserpina. Ahora sólo hay que darle contenido al edificio y parece que va por buen camino.

Mérida tiene visos de ir a más y presentarla como la capital autonómica merece, no olvidemos que fuimos capital de la Lusitania, que era media península Ibérica.