Los carnavales son una fenómeno social que hay que cuidar, mimar y potenciar.

Hace más de cien años ya se celebraba en Mérida por todo lo alto, y uno de sus personajes más conocidos, Vicente Galán, El Padre Mollete , tenía un conocido restaurante en la calle El Puente, esquina con Castelar. De allí salía, a finales del siglo XIX, el entierro de la sardina y se celebraban bailes en el Círculo Emeritense, La Tercia, Exprés, Las Delicias, Artesanos y en locales culturales como el teatro Ponce de León, donde actualmente está el museo Visigodo y, ha comienzos del siglo XX, en ´El Disloque´, todo un hito en los carnavales emeritenses, se cerró en la década de los treinta, siendo cine pero allí se celebran los bailes más famosos del carnaval.

La trayectoria de estas festividades ha sido siempre bien acogida en Mérida y durante la época de Franco se hizo un paréntesis de cuarenta años.

Llegó con una fuerza inusitada y se pensó como uno de los carnavales más famosos de España. Venían a pregonar los más famosos del momento. Se fue apagando esa bengala que iluminó muy fuerte pero al mermar la luz se quedó el carnaval en una oscuridad que gracias a las actuales comparsas y chirigotas y a la Asociación del Carnaval Romano ha vuelto a iluminar estos carnavales, si no con tanta brillantez, si con la solidez de un futuro que promete. Se han conseguido unir criterios y ya hay quien piensa que la festividad del Martes de Carnaval puede volver ya que el 3 de septiembre, feria de Mérida, se cierran las empresas con o sin festividad y esto implica pensarlo y darle a al carnaval lo que muchos emeritenses desean. Un poco de asueto, vivir unos días con toda intensidad es algo que piden a gritos muchos colectivos ciudadanos que se llevan meses preparando una festividad que bien merece que sea fiesta local.

El carnaval ha comenzado con fuerza, de seguir así, se logrará lo que se desea, un carnaval como Mérida merece, sus raíces son de siglos.