Papá Noel no ha sido capaz de desbancar a Melchor, Gaspar y Baltasar que cada año siguen haciendo su recorrido en camello o en caballo. Los historiadores no se han puesto de acuerdo en este tema puntual.

La madrugada del martes fue la más hermosa de todas las noches. Escribía mi prima Marisol Rodríguez un precioso artículo días pasados sobre los juguetes de los críos.

Efectivamente, todo ha cambiado, sólo en tiendas de antigüedades se pueden ver los caballos de cartón, las arquitecturas de madera o los soldaditos de plomo y, para las niñas, las muñecas, como la Mariquita Pérez, que hoy valen un dineral, como los recortes de los vestidos para ponérselos a las muñecas, que también había que recortar. Eran otros tiempos.

Hoy se ha dado paso a bicicletas muy sofisticadas, coches y motos que van con batería, ordenadores y los coches de paseo no se saben si son para las muñecas o para auténticos bebés.

El martes, las calles se llenaron de niños enseñando sus juguetes. Más de un padre habrá tenido que sacrificar parte de su sueldo para que el juguete de su hijo sea, al menos, similar en el precio al del vecino o el de sus amigos.

El regalo del niño es la demostración pública de su situación laboral y económica. Es otra forma más de demostrar nuestra vanidad. El desarrollo. El consumismo a extremos de ruina. Lo que pude el ambiente. El entorno.

Nos engañamos a nosotros mismos y hacemos de nuestros hijos unas perfectas máquinas del consumismo y en el futuro aumentarán sus necesidades.

Y llegaron los reyes magos repletos de ilusiones para esos niños que han dormido sin dormir, que han estado pendientes de cada ruido y, al alba, con las primeras luces, han encontrado su mundo, un mundo que le hemos creado a imagen y semejanza de nuestro tiempo.