--¿Cuándo llegó a Mérida?

--Vine en 1975 desde Chipre, donde estaba trabajando como mago. Y vine porque tenía previsto ir a Líbano, pero en ese momento había guerra por allí, y cambié ese destino por España. Llegué a Madrid, después estuve actuando por otras ciudades como Oviedo y más tarde, por casualidad, caí en Mérida.

--¿Por qué se quedó?

--Me casé aquí. Me enamoré de una emeritense y decidí quedarme a vivir aquí con ella.

--Antes había viajado mucho.

--Sí, salí de Bélgica, mi país, con algo más de 20 años. Allí empecé a trabajar con 14 años en una mina de carbón a 850 metros bajo tierra. Había muchas. Estuve ocho años, pero hubo un accidente en un pueblo de al lado en el que murieron más de 250 mineros. Eso me hizo reflexionar y decidí cambiar de vida. Siempre había hecho deporte y había ido a algún combate de lucha libre, así que decidí empezar a practicarla. Tuve que ganar peso, porque estaba en unos 65 kilos y practiqué culturismo y llegué a 103. Ahí fue cuando empecé a viajar por campeonatos, sobre todo en Europa: Bélgica, Francia, Luxemburgo, Inglaterra...

--Luego, también fuera del continente.

--Efectivamente, estando en Chipre tuve un accidente en un combate y tuve que dejar la lucha libre. Y un amigo me propuso que me hiciera mago. Al principio, pensé que eso no estaba hecho para mí. Pero pronto se convirtió en mi profesión y me permitió viajar a muchos más países, como Siria, Libia, Egipto, Líbano, Kenia, Etiopía, Djibouti... Viajaba con otros artistas, por ejemplo dos mujeres que me acompañaban en mi espectáculo, y tenía una serie de representantes que se encargaban de buscarme contratos.

--La magia le trajo a España y le alejó de esa profesión a la vez.

--Claro, como me casé aquí ya no quería seguir viajando y decidí buscar un nuevo trabajo. Como siempre he sido deportista, empecé a hacer kárate y judo y conseguí el nivel de cinturón 4 de kárate y el 1 de judo. Además, logré el título de entrenador nacional de kárate y árbitro... Y comencé a dar clases en los pueblos.

--¿Cómo empezó con el yoga?

--En 1985 salió una colección de revistas de Ramiro Calle, experto en meditación, relajación y yoga, y me llamó la atención. Ahí empecé a interesarme y decidí comenzar a formarme también para convertirme en monitor. Una vez que tuve el título, empecé a dar clases en Mérida en torno a 1990.

--¿Cómo fue la acogida de estas clases entre los emeritenses?

--Al principio a la gente le costó un poco, lo veían como algo raro y venían pocos. Pero después se ha ido dando a conocer el yoga y ha ido subiendo y subiendo su práctica. De hecho, de Mérida pasé a dar clases en pueblos como Ribera del Fresno, Hornachos o Villafranca de los Barros.

--¿Hay diferencias en la práctica del yoga entre los pueblos y Mérida?

--No, al final, es lo mismo, la gente lo que quiere es moverse y sentirse bien.

--¿Por qué es recomendable practicar yoga?

--Porque es un ejercicio muy completo, que mejora la flexibilidad del cuerpo, la circulación de la sangre, un montón de cosas. Además, combina la actividad física con el pensamiento positivo. La práctica del yoga físico tiende a un equilibrio perfecto de todas las energías del organismo y es una ciencia de la salud y una medicina natural, donde siempre se implica a la mente en la ejecución de las prácticas físicas, para lograr una estrecha coordinación entre esta y el cuerpo.

Está claro que con las prácticas yóguicas funcionan eficientemente todas las partes del organismo: músculos, órganos digestivos y respiratorios, glándulas endocrinas y el cerebro, con sus divisiones nerviosas voluntarias e involuntarias. Se aseguran a estas partes un rico aporte de sangre que estimula su actividad y que puede ser definido como salud positiva . En su práctica perseverante pueden obtenerse beneficios como, entre otros, un cuerpo saludable, un ensanchamiento de la consciencia y una mayor capacidad de concentración y firmeza de carácter.

--Hay diferentes tipo de yoga. ¿Cuál ha elegido usted?

--Yo practico el hatha yoga, que se basa en la práctica de posturas sobre una esterilla, y el yoga iyengar, que combina esto con la ayuda de algunos elementos, como mantas, bloques o cinturones. Al final, la base es la misma: hacer ejercicio para mejorar nuestra flexibilidad y fortalecernos.

--¿Hay gente que lo identifica con un plano más espiritual?

--Tiene una parte espiritual, de meditación sobre todo. La gente se confunde porque cree que solo hacemos eso, que venimos aquí a tumbarnos, cuando en realidad trabajamos mucho. Aquí se viene a estirar, a hacer ejercicio, y luego también se pueden hacer prácticas de relajación, meditación y otras cuestiones.

--Esa práctica deportiva debe estar relacionada con su buena forma física.

--Digo yo. Desde luego, hay que hacer deporte para llegar lo más lejos posible bien.

--Con ganas de seguir activo.

--Sí, a punto de cumplir los 76 años yo sigo trabajando, aunque ya con el yoga nada más. En tiempos, aparte de ser profesor de kárate y judo, me formé como quiromasajista y también en osteopatía, kinesiología, reiki y naturopatía. Pero esos conocimientos ya solo los utilizo de forma puntual para ayudar a algún alumno.