Todavía hay personas en nuestra región especialistas en cimentar mentiras insostenibles, argumentándolas en supuestos hechos científicos para intentar justificar sus débiles posiciones. La política del miedo ha sido utilizada antaño por dirigentes políticos como una estrategia para debilitar posiciones contrarias. Es más sencillo que intentar generar con propuestas confianza en el ciudadano.

El exalcalde Antonio Vélez, bajo el paraguas de la defensa de Mérida y su futuro, nos cuenta como si de una novela de Julio Verne se tratara, que en el supuesto de que una central de ciclo combinado se instalara en algún municipio de la comarca, la ciudad de Mérida perdería población, sus ciudadanos enfermarían, y su patrimonio natural e histórico artístico poco menos que desaparecerían. Y lo hace además con descaro, arrogándose para sí el respaldo amplio de la mayoría de los emeritenses.

La teoría del miedo y la destrucción caen por si solas aportando datos reales. En España existen actualmente 54 grupos de ciclos combinados, y la mayoría de los mismos se han instalado o renovado en los últimos 10 años. Por destacar algunos, encontramos 4 grupos de ciclo combinado en el entorno del Parque Nacional de Doñana, en Tarragona 3 ciclos combinados, en el área metropolitana de Barcelona 1 y otros 2 en construcción, y en Castellón otros 2. Los ciclos combinados en España son con diferencia la mayor fuente de generación de energía, y sirva como dato que el 32% de la energía consumida en España en el 2008 procede de dichas centrales.

El señor Vélez, como exdirigente público, debería saber que cualquier empresario tiene derecho a solicitar la licencia de cualquier negocio, y que la concesión de dicha licencia debe ajustarse a la normativa vigente, y no al capricho de los dirigentes políticos de turno. Además, sorprende que desconozca que la posible autorización corresponde en última instancia al Ministerio de Medio Ambiente.

Poniendo encima de la mesa estos datos, uno no logra discernir el interés que suscita el artículo del señor Vélez, si no es por, como parece, únicamente meter el dedo en el ojo a quien no tiene ninguna responsabilidad, y conseguir la notoriedad pública que el tiempo y su partido le retiraron.