Muchos directivos de la Unión Deportiva Mérida creyeron que era un camino de rosas.

Han pasado unos meses y se han dado cuenta que ese camino tiene espinas, más de las habituales, y el sentarse en la presidencia y salir en los medios de comunicación tiene un coste que a la larga se ha de rendir cuentas a la afición, a la población y a ciertos círculos que en principio le apoyaron pero le han retirado su confianza y se ven en la tesitura de abandonar o dejar que pase el tiempo. Mientras ves languidecer un club que lo fue todo y en la actualidad está desmantelado de jugadores y directivos. Van a pasar un calvario.

Jorge Gruart, su presidente, es una buena persona, se ha dejado embarcar y ahora lo abandonan, y no es justo. Cuando iba todo sobre rueda se pensaba como firme candidato a la concejalía emeritense por parte del PP, ahora le miran desde lejos y levantan la mano para darle un adiós sin dejar que se les aproxime. Toda una experiencia para este presidente que le han puesto a la cabeza de un club para después cortársela sin la más mínima consideración.

Han comenzado las dificultades, es año de elecciones y le resta al club lo que queda de campaña electoral.

El ayuntamiento no puede dejar que desaparezca el club más representativo de la ciudad por segunda vez y con el mismo gobierno municipal. Gruart pagará caro su permanencia en estos meses.

Hay visos de desaparición y Jorge Gruart sabe por donde van los tiros y a quien quieren hundir y ensalzar. Todo, lo sabe todo, dejar que lo vapuleen es tan peligroso que será un mártir sin que nadie le lleve un ramo de flores. O se pone en su sitio, cuenta lo que sabe o no sólo perderá credibilidad sino su prestigio personal que es algo de patrimonio propio y nadie se lo puede arrebatar.

Los jugadores y cuerpo técnico están dando un ejemplo de profesionalidad que merecen todo y su presidente, cuanto menos, un poco mas de respeto.