La ciudad de Mérida no ha tenido suerte con el tema sanitario. Antes de tener el hospital de la Seguridad Social disponíamos de un viejo centro sanitario, el hospital San Juan de Dios, donde se solucionaban algunas urgencias gracias a la profesionalidad de los médicos.

Al final ca- si era un centro para dar a luz y poco más. Por la noche, si había una urgencia, te atendían en la Casa de Socorro, con más voluntad que medios a su alcance. Allí han nacido decenas de millares de emeritenses y el cuadro médico era para darle la medalla al mérito del riesgo .

El anestesista era un entrañable y conocido practicante, Juan Carmona Camprobín, que servía para todo y no conozco que tuviera algún percance mortal. Y la situación era para eso y más. Ponía cariño porque otra cosa no había. Todo un personaje que merece un recuerdo de esta ciudad.

Ningún colectivo médico se arriesgó a hacer una clínica moderna ante la situación creada. Se abrieron en Badajoz, Almendralejo, Don Benito. Mérida se quedaba esperando.

Se abre la residencia sanitaria y se cierra el hospital, cuando se podía haber creado un servicio paralelo. Las mismas autoridades se precipitan en cerrar el viejo hospital y desaparece la Casa de Socorro. En este hospital está la Asamblea de Extremadura.

Han pasado los años, la sanidad es otra cosa, seguimos sin tener una clínica privada para poder atender a determinados colectivos de funcionarios o compañías de seguros. Nadie invierte en Mérida.

Se han hecho todos los esfuerzos posibles para que la ciudad este atendida con distintos centros de salud, pero ha quedado una zona descolgada y, según todos los vecinos, hace falta ante el crecimiento experimentado en los últimos años, sobre todo en la Zona Norte, donde están incluidas las barriadas de Las Abadías, Corchera, San Agustín, Tierno Galván, la carretera de Proserpina, el entorno del cementerio y El Barrio. Una laguna que cubrir.