La taberna, tasta o bodega de Modesto Fernández Asensio El Botero fue de las más conocidas de la ciudad. Se abrió en abril de 1941. En la década de los cuarenta, años de hambre, no bajó la venta del vino. Alejo Fernández, su hijo, oyó decir a uno de los asiduos: "es el único momento del día en que nos sentimos personas".

La bodega de El Botero se hizo famosa por su buen vino, trato serio y amistoso de Modesto. Las uvas eran de la especie borba y alariz, las únicas que se empleaban. Daban un vino de muchos grados, entre 15 y 17, y con buen sabor. La venta se hacía en la misma bodega donde se elaboraba el vino por los obreros que trabajan con El Botero para pisar la uva: Maestre, Serrano, Olivares, Mutile, Cidoncha y Santi, eran como de la familia.

LA BODEGA Unos bancos y mesas rudimentarios, un pequeño mostrador y una cafetera blanca y grande para despachar el vino. Lo normal era la media botella de vino, que se repetía varias veces para el grupo de amigos. Acudían a la bodega de toda la ciudad, pero los que no faltaban nunca eran un buen número de ferroviarios a la salida del trabajo y los obreros de las fundiciones Ramírez y Acedo, militares de graduación, comandantes, capitanes y tenientes. Alejo recuerda a los tenientes Tonca y Barrena, y a un sargento que tenía sus horas fijas. Lo mismo ocurría con la clase de tropa que, al ser económico el vino, acudían a tomar la botella de caldo en grupo para que les saliera más barata.

No faltaban los comerciantes, empleados y viajantes. Se vendía también para las casas. Nadie igualaba en beber a un comandante que se tomaba una botella de litro al mediodía, otra por la noche y se llevaba a casa una garrafita de cuatro litros para las comidas de la familia.

Allí acudían Antonio el carpintero, Luchana el futbolista, Juanito Pantalón , Antonio Cascón Chito, que recordaba toda la historia de la ciudad hasta en sus más mínimas anécdotas ciudadanas, con una memoria prodigiosa. Su hijo Carlos tiene ahora una buena pitarra que se estrena el día de santa Eulalia en casa de José María Alvarez Martínez. No faltaban los hermanos Mariños y sus empleados, José Molina... Tenía la bodega una amplia concurrencia. Alejo Fernández, hijo de El Botero, terminó en el año 1952 la carrera de químico y la supo emplear para mejorar la calidad del vino.

En el año 1965 compró una nave en la calle Pontezuela que se dedica exclusivamente a bodega, dejando la de El Botero sólo como taberna. En 1965 se hicieron 7.800 arrobas (125.000 litros). Los conos eran de cemento armado. El el año 1962 se agrupan las dos casas de San Juan 20 y Teniente Coronel Yagüe, dejando todo el piso bajo como taberna. Se vende vino al Liceo, Casa Benito, parador, La Peña, Quico Peña, El Pelón, Marcelino y otros. Con el vino siempre se acompañaban unos altramuces, boquerones fríos y peces de río. Para determinados festejos se preparaba alguna comida. La bodega se cerró por el año 1975, al morir el encargado José Barjola Pepín . Pocos años después, en 1981, moría Modesto Fernández Asensio, uno de los vinateros mejores de esta ciudad y con rango de historia de Mérida.