No se si llorar. Pedro Luna nos ha dejado fríos. Antes de ayer tomando copas en Casa de Isa, con Eduardo Valdés y conmigo. Los tres que cada día solíamos ir a tomar el aperitivo. No lo entiendo. Ni lo entenderé. Nadie puede entender una muerte de un amigo que horas antes bromeábamos. Me llama Guillermo Soto, un sacerdote amigo de la familia, y su hermano Santi para decirme, a los pocos minutos de morir, que nos habíamos quedado sin Pedro. Ayer Fernando Bote, con Juan Martínez y Eduardo Valdés tomamos la copa sin él e hicimos un brindis por su eterna felicidad. En silencio. Por las tardes jugábamos al mus. Hoy la muerte le ha ganado el órdago que el nunca echaba, era yo, porque Pedro era prudente hasta para jugar con mesura, era mi compañero de partida y Valdés con Manolo Rodríguez. No lo entiendo. Juro que no lo entiendo. Y no se llorar. Sólo pensar que hace unos días machacábamos unas aceitunas para tomarlas ahora y ...¡que no, que no lo entiendo!. Nadie entiende la muerte y está ahí, la muy cabrona acechándonos y en el momento que te descuidas te lleva por esa vereda desconocida que todos tenemos que acabar. No la quiso ni Dios, resucitó para no verla nunca más. Es una hija de puta. Ayer le despedimos y amigos como Montalvo, José Carlitos y tantos y tantos miraremos dentro de esa profunda interioridad para encontrarnos con Pedro Luna y acompañarlo en el último paseo. ¡Dios mío! no lo entiendo, me he quedado sin mi entrañable amigo Pedro Luna.