Los aficionados a los distintos equipos de fútbol se conocen por sus pasiones. Se tiene, se toma, en ciertos casos, como una religión. Un bético lleva las cenizas de su padre al campo Ruiz de Lopera, para que presencie los encuentros.

Hay quien se viste con ropa interior de sus colores deportivos. No duermen. Este año los barcelonistas lo pasan fatal. Los madridistas lo mismo. Los que somos del Atlético de Madrid ya se sabe, masoquistas, nos llaman pupas , pero ahí estamos, sin abandonar ni un sólo instante al equipo a pesar de los cabreos.

En casa todos son atléticos: hijos, nietos y sobrinos. No podía ser de otra manera. En Mérida tenemos al jugador más antiguo que jugó durante quince años y fue varias veces internacional: Diego Lozano. De la provincia de Badajoz salieron magníficos jugadores: Adelardo, Eusebio, Bermejo, Melo, Juanma, que juega actualmente de portero, es de un pueblecito precioso a la orilla del Guadiana cerca de Mérida: Don Alvaro. Y de la de Cáceres, Manolo.

Mérida tiene forofos como Pedro Gutiérrez, Peíto , muchos años de camarero en el ya desaparecido Bar Metropolitano, se ha rapado en más de una ocasión la cabeza; José Román Martínez, Pena , se jubiló como conserje de la sociedad más antigua de Mérida, el Círculo Emeritense, también muchos años camarero, como su padre. Siendo joven se escapó más de una vez para ir a ver su Atlético a Madrid. En aquella época este viaje era una odisea. Rafael García, que trabaja en Resti, otro incondicional.

La peña atlética se encuentra en el Bar Marcelino. Hace poco los peñistas fueron a cenar al Yate .

Hace unos días, un cuñado del Pena , Antonio Muriel Barrado, le había dicho a su mujer y sus dos hijos que cuando muriera le enterraran con la bandera de su Atlético de Madrid y así fue, durante el velatorio la bandera estaba sobre el féretro y posteriormente, en el mismo tanatorio se la pusieron dentro para no abandonarla ni muerto.