No entendemos como algunas ciudades tienen celos de lo que se hace en Mérida. Antes de asentarse los romanos ya había distintos movimientos en su entorno. Y han quedado sus vestigios: Romanos, visigodos, árabes...

Tuvo Arzobispado durante siglos y fue la novena ciudad del mundo. A finales del siglo XIX vino el ferrocarril, que hizo cruce en esta ciudad, como carreteras, industrias y el comercio. Hoy es de servicios y como tal tiene que tener sus edificios emblemáticos, como el Museo Nacional de Arte Romano, de Rafael Moneo; el puente Lusitania, de Santiago Calatrava, el edificio de las consejerías, de Navarro Baldeweg, la Biblioteca del Estado Jesús Delgado Valhondo y, ahora, el Palacio de Congreso, y en breve el III Milenio, donde irán varias consejerías.

Mérida ha sido luz y guía. Siempre ha ofrecido lo que se le ha pedido y jamás ha tratado de intervenir en asuntos que no le concernieran directamente. Y vinieron las envidias al nombrarse capital de Extremadura, alguno, para restarles mérito, comentaba: capital política. No, no era capital política, era capital regional con todos los predicamentos. El artículo 5º de la Constitución Extremeña dice: "La sede de la Junta y de la Asamblea se fija en Mérida, que es la capital de Extremadura". Fuimos el primer equipo campeón en Segunda A y subimos a Primera División. Después vino el Extremadura de Almendralejo y esperamos que pronto sea Badajoz y Cáceres.

Las palabra del alcalde Pedro Acedo que, improvisó el discurso, puso nervioso a algún que otro forastero. Y sólo agradeció a la Junta la realización de la obra y su importancia para la ciudad. Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en su línea de siempre, estuvo genial, dando a cada uno lo que se merece y a Mérida, como capital, lo que le corresponde. El Palacio de Congreso y Exposiciones de Mérida es precioso, un lujo. Ahora hay que llenarlo de contenido.