Terminó la feria con una corrida repleta de sobresaltos. Se volvieron a lidiar toros de Martín Arranz y Joselito, pero esta vez no ayudaron en absoluto. La corrida encerró un peligro sordo que sólo se tapó por la eficacia de los toreros, que anduvieron con solvencia y entrega toda la tarde.

Mal comenzó la cosa, cuando el que abrió plaza, un toro que no tuvo fondo, hirió a El Cid en un pase de pecho. El torero de Salteras quedó en el suelo, sin levantarse y aquella situación angustió al público. En la enfermería se le atendió de una cornada en el periné, con una trayectoria de quince centímetros y una luxación del codo derecho. Este percance quedó la tarde en un mano a mano entre Castella, que pasaportó al primero además de los dos suyos.

CARA A CARA Los dos jovenes toreros apretaron el acelerador de lo lindo y dieron una sensación de querer comerse el mundo. La mejor faena de la tarde la realizó Miguel Angel Perera al quinto, un toro nada fácil, al que había que llevar muy toreado. El extremeño le aguantó, no le dudó y sacó muletazos de mucha hondura. Al final de la faena, acortó distancias, le tragó y expuso mucho, lo que caló con fuerza en los tendidos.

Lo tumbó de un espadazo sin puntilla y se llevó el doble trofeo. Antes, con el tercero de la tarde, dejó series de muletazos largos y profundos, especialmente por el pitón izquierdo, pero el toro se acabó pronto, le faltó raza y no ayudó nada a la hora de matar, lo que provocó varios pinchazos y perder alguna oreja. Y con el sexto bis, el joven diestro extremeño volvió a estar muy por encima de la condición del de Martín Arranz. El jabonero sucio, amplio y con cuajo, no se entregó, pasaba a su aire y Perera no pudo más que cumplir el expediente con nota, sin dudarle y siempre por encima. Lo mató de otra buena estocada y el presidente le negó una oreja pedida con clamor. Otra vez el palco no supo calibrar con justicia.

Castella tuvo una actuación muy meritoria. Con los dos de su lote, de escasa colaboración, mostró firmeza, valor seco y ganas de ser torero. Sus dos enemigos, como el resto de la corrida, no tuvieron clase, y el francés aguantó parones, miradas y se arrimó. Falló con los aceros en el primero y acertó en el otro.

En lo que se refiere a los percances, al de El Cid hay que añadir el del picador José Manuel Moreno, de la cuadrilla de Castella, que durante la lidia del quinto fue derribado y sufrió una cornada en la axila derecha.

El Cid fue atendido en la enfermería de la Plaza de Toros y de ahí fue trasladado a la clínica Clideba de Badajoz, donde según el parte facultativo, sufría una luxación del codo derecho y herida por asta de toro en perinés pararrestal izquierda de trayecto ascendente de entre doce a quince centímetros de longitud que afecta al músculo elevador del ano, con recorrido retropúvico que respeta la pared del recto.

Posteriormente, se le realizó una limpieza quirúrgica de la herida para deshidratar su trayecto y comprobar la indignidad de la arteria iliata externa y la pared del recto, a la vez que se sutura el capiconaje del trayecto y se deja un drenaje perorrosa.

Asimismo, se reduce bajo anestesia la luxación posterior interna del codo. El cirujano jefe de la enfermería, Juan Luis Hernández, consideró el "pronóstico muy grave".