La política, como la pesca, es cuestión de tiempo y paciencia. Todo se aprende. Pero hay que tener cierto grado de habilidad e inteligencia para que se logren objetivos importantes.

El presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, tuvo unos principios que, como cada hijo de vecino, necesitó de aprendizaje en el difícil mundo de la política. Pasó lo suyo, pero logró su propósito y hoy es un líder indiscutible y las urnas así lo dicen, la mejor demostración de su capacidad en política. Hoy puede permitirse ciertas licencias.

Tiene licencia de pesca y le encanta tomar la caña, preparar como un ritual el sedal, pone el anzuelo y el cebo y la lanza para esperar con paciencia lo que llegue. Hace poco, tomó sus cañas, un sombrero para el sol y se fue al lago de Proserpina; se puso entre la Sociedad del Tiro de Pichón y el antiguo Moto Club Emeritense. Llevaba tiempo. La paciencia tuvo su premio y cuando se disponía a recoger, un buen picotazo le sobresalto y comenzó una lucha con la carpa. Soltaba carrete, recogía, volvía a soltar, tiraba y una veintena de curiosos estaban atentos a lo que pudiera ocurrir, después de tirar, ceder y tirar sacó una carpa de 16 kilos y al tenerla en la orilla los asistentes comenzaron a aplaudir. Como Ibarra estaba enfrascado en coger la presa no se dió cuenta y al oír los aplausos se volvió, se quitó el sombrero y los asistentes se dieron cuenta que quien había cogido una buena carpa era el presidente de la Junta de Extremadura. Uno de los curiosos exclamó en alta voz: ese pez lo ha pescado sin buzo, que lo he visto yo .

No fue casualidad, es un buen pescador y en el embalse de Orellana saben los lucios que se la juegan si se ponen cerca de la caña de Ibarra. Buen pescador, buen político pero al dominó no da ni una, que me lo han dicho, presume pero nada, ni él ni su compañero, lo dejan ganar.