Pelín sigue erre que erre en su ofensiva contra los del cambio climático a quienes considera unos vocingleros ruidosos que se aprovechan de la malparada naturaleza para hacer estupendo negocio con ella. Lo de ruidosos lo puedo entender pues desde tiempos antiguos se decía que el cántaro vacío es el que más suena y todavía antes, creo que era Esopo, achacaba a la rueda más estropeada del carro la que más ruido emitía. Atahualpa Yupanqui sin negarlo se excusaba diciendo que a él le gustaba que chirriasen los ejes de su carreta con lo que demostraba que hay gente para todo.

Algunos consideran a Pelín un fantasma pero a mí me parece un tipo genial si entendemos por genio aquel que dice lo que uno está pensando y somos más de uno los que entendemos que una cosa es combatir el cambio climático (reducir las emisiones de CO2) y otra desarrollar un activismo radical que en clave apocalíptica se dedica a asustar al personal anunciando prácticamente el fin de los tiempos en este milenio climático. Y cuidado con discrepar con esta gente que, como mínimo, te tachan de fascista (aunque eso ya te lo dice cualquiera), reaccionario y nada progresista (el marchamo progre» es monopolio gauche). Y no hace falta subirse a un pino verde para divisar a estos que dicen cosas pero no dicen ni quien las va a pagar ni cómo se hará ni cuándo.

Solo ruido y como ahora ya no hay ni cántaros ni carretas (salvo en alguna que otra romería) la algarabía la arman en redes digitales con consignas sencillas a la par que simples: «El capitalismo mata a la humanidad». Y se quedan tan panchos estos ecomarxistas salvadores del planeta para quien este modo activo de vivir se convierte en pingue negocio. Sostiene Pelín que estos pretenden que las ranas se coman a las serpientes y eso no ocurrirá. Tú, me dice, no engrases los ejes pero lleva el coche a la ITV, por si acaso.