Ya estamos en la Feria Grande , la de septiembre, en octubre la Chica , que ya se llama de los Gitanos y que cada año va a menos, como ocurrió con la de febrero, que ya es historia.

Nuestra feria tiene siglos. El lugar es un acierto, cercano a la ciudad, con aparcamiento para todos y un recinto lo suficientemente amplio como para que todos tengan cabida.

Se ha terminado la rotonda de entrada a El Barrio y la zona ha quedado para gustar a todos o a casi todos.

Si Juan Saussol, que a finales del XIX era concejal y se preocupaba de la cultura y de los festejos levantara la cabeza y viera a su biznieta Begoña Sausol como responsable de Festejos, y por lo tanto de la Feria, se alegraría de ver como su descendencia en Mérida continúa y en puestos donde la actividad social y cultural era uno de sus principales objetivos, aunque lo que más le gustaba era cazar.

Un año más la Feria está aquí. Las casetas van mejorando. Los precios como cada año. Los veinte duros han dado paso al maldito euro que nos ha jodido bien la economía y el tanto por ciento.

Volverán los garbanzos, judías y paellas al mediodía en el recinto ferial y en el centro de la ciudad se ha popularizado la comida del mediodía. Al anochecer los críos y los jóvenes toman el ferial y el griterío es tal que para entenderse haya que hacerlo por señas.

Jamón de todas clases; pulpo con pimientos de Padrón y vino de Ribeiro en la caseta gallega; pollos con pimientos a buen precio, pero entre el pan y las bebidas el pollo se pone por las nubes; las tómbolas de El Maño ; las casetas políticas, sindicalistas, de asociaciones de vecinos, particulares y El Cortijo que es otra cosa y la atracción principal: los cacharritos para los niños donde los padres y abuelos terminan locos, reventados de ir de un lado a otro acompañado del llanto de los críos que no se sabe la causa pero entran llorando, se ríen de toda su familia y terminan llorando y en brazos de Morfeo para cansar al más robusto de los .