Antonio Fernández lleva postrado en una silla de ruedas desde hace 4 años, pues la única extremidad que puede utilizar es una mano. Su mujer, Isabel, apenas puede ver y tiene reconocida una incapacidad, por lo que no puede, entre otras cosas, conducir un vehículo. Ambos viven en Nueva Ciudad, en un piso al que acaban de regresar hace poco de casa de su hija donde vivía desde que se quedó inválido, porque en su domicilio no tenía el ascensor que acaban de instalar. Ambos han reclamado "más de veinte veces" en el Ayuntamiento de Mérida que no pueden desplazarse al centro de la ciudad en bus porque los vehículos que realizan las líneas 4 y 6 tienen continuamente rota la rampa para que puedan acceder personas con movilidad reducida por la puerta de atrás.

"Muchas veces nos ayudan los conductores, y también algunos viajeros", señala Antonio, pero no siempre se encuentra con esta ayuda y se ve obligado a ir "andando", como él mismo dice, por el puente romano, sufriendo los rigores del sol y el calor en verano y de la lluvia y el frío en invierno.

Harto de que sus quejas caigan en saco roto, decide acudir a la prensa para denunciar su caso, a ver si le ponen una solución y tanto él como otras personas en su misma situación pueden ejercer el derecho que cualquier otro emeritense a utilizar el transporte público.

Uno de los conductores que conocen el caso de Antonio explica que el problema se encuentra en las rampas de estas dos líneas porque utilizan autobuses que utilizan un sistema automático para desplegarlas. El motivo por el que estas se estropean de forma contínua es porque se golpean con los pasos de peatones sobreelevados que hay en su recorrido. Estos tienen una altura que cuando el autobús llega con una determinada velocidad, dan en la rampa y la dañan. Otros vehículos tienen un sistema manual que no presenta este problema.

El concejal Daniel Serrano, consejero delegado de la EMT, ha señalado a este diario que son conscientes del problema, y que en cuanto tienen conocimiento de que una rampa no funciona se repara "inmediatamente". No obstante, Antonio afirma que cada vez que una se rompe transcurren varios días hasta que puede volver a subir al autobús. Para evitar este problema, Serrano indica que ha trasladado la situación al consejero municipal de Tráfico, Manuel Balastegui, para buscar una solución y que los pasos sobreelevados no vuelvan a dañar las rampas automáticas.