--De nuevo actúa en el Festival de Mérida. ¿Qué tiene esta ciudad que le atrae tanto?

--Yo soy extremeño adoptivo y me aman. Es un matrimonio alquímico el mío con Mérida. Tiene que estar ella conmigo y yo con ella. Estoy feliz de estar y claro que El Brujo repite, pero también repiten José Carlos Plaza o José María Pou y nadie lo dice. ¿Qué pasa? Que yo soy más visible y la gente habla más de mí. Y más polémico.

--¿Más polémico?

--Sí... ¡Con él llegó el escándalo! (Risas). Soy una persona que de alguna manera viene mucho al Festival, que atrae público. Y todo éxito genera envidia.

--Su obra promete ser un éxito. 7.000 entradas solo en venta anticipada. ¿Qué espera del público, una vez más?

--Que entienda la obra. Trataré de que se diviertan y lo pasen bien pero además, hace falta un grado de aproximación al texto, el entendimiento de la raíz del mensaje.

--¿Ayudará que el público de Mérida sea, de alguna manera, experimentado en teatro?

--Sí. El público de Mérida es absolutamente experimentado. No tiene complejos ni prejuicios, no se le engaña, no se le puede dar gato por liebre. A veces los críticos lo hacen, pero el público de Mérida es sano, sabe lo que le gusta y lo que no y es el mejor crítico que hay. Y lo digo ya curándome en salud, porque eso es el teatro. Todo lo demás es la parafernalia que rodea al teatro. En Mérida el público, que se divierte, tiene una conexión con el teatro desde hace mucho tiempo. Aquí no puede venir un vanguardista raro y meter un tostón, porque aunque a cuatro o cinco les parezca fantástico, en Mérida eso no cuela.

--Tal vez por el contexto actual no hay mejor momento para representar 'El Asno de Oro'.

--Es una obra que habla de un momento en el que el ser humano ha llegado a un estado de corrupción grande en todas las dimensiones: en el orden moral, en el orden social, en el orden político. Un momento en el que es necesaria una regeneración profunda a todos los niveles. El Asno de Oro es una obra clásica que encierra un pensamiento positivo con respecto a las crisis de la humanidad porque pone de manifiesto la necesidad de crear unos nuevos dioses cuando los antiguos ya no valen, pese a que hay gente que no quiere porque significa quitarse la venda y despertar.

--¿Hacen falta nuevos dioses?

--Hace falta crear nuevos dioses, que es crear todo un sistema de pensamiento y de valores y un orden del mundo completamente diferente. Ahora el listo es el que roba y tenemos que crear un orden de valores donde se demuestre científicamente y de una manera irrevocable que el que roba no es solamente un ladrón sino un tonto, porque genera pobreza, desastre y calamidad. No solo para él, que alomejor de momento si no lo cogen parece que triunfa, sino porque a la larga es un deterioro suyo, a todos los niveles, y para la sociedad. El deterioro moral y espiritual conlleva a la pobreza: esa es la filosofía que necesita el mundo.

--¿Qué puede hacer el teatro?

--Diseccionar la realidad, analizarla y tratar que cada espectador interiorice su propio problema, medite y reflexione. La realidad está dentro de nosotros, no fuera. Yo tengo un amigo íntimo, alcalde del PP en un pueblecito que no voy a decir y el otro día me llamó para invitarme a su casa. No pude reprimirme y le dije: Anda la que tenéis liada... Todavía tuvo el valor de responderme 'nos están haciendo mucho daño'.

--Bárcenas...

--Sí, pero yo voy mucho más allá. Es el no querer despertar, preferir el cuento de los Reyes Magos. Lo de menos son los detalles, que es lo que le interesa a Pedro J. Ramírez. Lo importante es la reflexión profunda a lo que nos puede llevar todo esto porque está ocurriendo en el centro de la manzana. En la monarquía, en el PP y en el PSOE. Y no en IU, me atrevo a decir, porque no tiene acceso a muchas fuentes de poder y de dinero. Hay gente que encuentra perfecto que los jugadores de la selección nacional de fútbol, si ganan, encima se lleven 40 millones. Es como si al médico le tuvieras que pagar un plus cada vez que no mata a uno. ¡Si usted cobra para jugar y juega para ganar! En Brasil ya la gente está diciendo que prefiere una escuela, un teatro o un hospital a un gol de la selección. Eso empieza a ser una nueva forma de ver el mundo, una nueva forma de emitir pensamiento y cambiar el orden de cosas sobre el que se sustenta la vida. Esto es El Asno de Oro. El asno de oro se convierte en burro, hace un viaje por todo el Mediterráneo y ve que todos son más burros que él. Qué historia más bonita. Un burro al que le dan luces ve que todos los que son sus amos y le dan palizas son más burros que él. Es profundamente conmovedor el relato, tiene una cosa que sacude.

--Ha dicho anteriormente que las piedras de Mérida hablan. ¿Qué le dicen a usted?

--Que la vida es breve. Tengo ya muchos amigos que han muerto y cada vez que vengo al Teatro Romano de Mérida veo que tiene 2.000 años. Nos peleamos muchas veces por una cosa que es para un año, para una primavera, para un día. Y el Teatro Romano de Mérida sigue ahí. Cada noche de verano, cuando estoy ahí hasta las cuatro de la mañana, me hablan de que hay una vida grande, que es mucho más que la vida pequeña por la que nos matamos. También me han enseñado a tener calma, a tener paciencia. Llevan dos mil años sin hablar...