Es un barrio pequeño y tranquilo del norte de Mérida. Una especie de isla urbanizada entre La Corchera y el Tercer Milenio, con medio centenar de vecinos en gran parte vinculados a los primeros habitantes de unas casas inicialmente alquiladas a trabajadores del antiguo matadero. El presidente de la asociación vecinal, Manuel Rivero, explica que tienen algunas demandas que suelen ser bien atendidas por el ayuntamiento, pero sitúa como una de sus principales reivindicaciones históricas la retirada de unos ripios que desde hace años se acumulan en un solar municipal, cercano al núcleo del barrio. "Da muy mala imagen y, al verlos ahí, la gente continúa viniendo a tirar restos de material de obra, de modo que cada vez hay más".

Pese a ello, los vecinos están contentos con el cuidado del barrio, formado por una treintena de casas construidas por orden de José Fernández López, entonces director del matadero, para los trabajadores del mismo. En el 2008, celebraron el 50º aniversario de la barriada, con la instalación de un monolito conmemorativo. En el mismo se reconoce también la labor de Pablo Casquero, fundador y promotor de la asociación vecinal, muy activo en sus primeros pasos en la década de 1980. Entonces lograron que los inquilinos de las viviendas pudieran adquirirlas en propiedad o promovieron la construcción, por parte de la escuela taller municipal, de la plaza Tierno Galván, con una estructura de ladrillo y azulejos. Los propios vecinos se ocuparon en su día de hacer una escalera para acceder peatonalmente a la zona ahora conocida como Tercer Milenio, aún operativa.

Más adelante se construyó un pequeño parque en la zona alta, con algunos juegos para los más pequeños, que actualmente apenas llegan a la decena. "En su momento, la barriada alcanzó los 200 residentes, pero ahora estaremos 52, muchos de ellos, personas mayores", comenta Rivero. Estima que hay siete u ocho casas vacías, aunque apunta que acaba de recibir la "buena noticia" de que una pareja joven va a trasladarse a una casa heredada. "Antes la gente solía irse a otros barrios y quizá, ahora con la crisis, hay que aprovechar más lo que se tiene", apunta.

En su caso, reside en la zona desde niño y destaca su valor sentimental, que hace que por ejemplo sigan vinculados a la asociación algunos antiguos vecinos o sus descendientes. Ahora tienen pendientes algunos arreglos en la plaza Tierno Galván o en el local de la asociación, pero ya se han atendido algunas de sus demandas, como el desbroce de los solares cercanos a las casas. Están satisfechos en áreas como la seguridad y la limpieza. Y sobre todo, con el buen ambiente en la zona: "Todos nos conocemos y nos llevamos bien", sentencia Rivero.