Todo el día corriendo" es uno de los comentarios habituales, sobre todo entre las mujeres trabajadoras, ya que recién se ha celebrado nuestro día con actividades, talleres y proyecciones en Mérida. Al vivir en pareja aunque tengas un compañero maravilloso, como es el caso, suele diferir el punto de vista sobre la urgencia de tareas domésticas. Hoy, las bendecidas por un trabajo, tenemos jornadas eternas de tareas domésticas y profesionales. Debe haber algún error, ya que la liberación de la mujer tiene tintes de condena.

Con una epidemia de EREs (Expedientes de Regulación de Empleo) donde, como ocurre en el Ayuntamiento de Mérida, se plantea la bajada del salario o el despido de 83 compañeros, no hay forma de pensar en medidas efectivas de conciliación familiar y flexibilidad laboral. Hay que establecer prioridades. La sociedad se divide, las diferencias laborales son inmensas. Casi como en un sistema de castas. Los funcionarios están arriba del todo. Un abismo más abajo los empleados fijos. Les acecha el fantasma del ERE, turnos partidos, jornadas largas, festivos que no se cobran y salarios pelados.

Después vienen los contratos temporales y las profesiones con horarios interminables y una paga ridícula (camareros, asistentes en tiendas o salones de estética). Luego, por la agonía de estar en la cuerda floja, aquellos con recortes en la jornada laboral y salario o los afectados por un ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo), que tienen jornadas fantásticas que no disfrutan por estar con un pie en la calle. Les siguen aquellos a los que no pagan las nóminas y los autónomos. Noches sin dormir, folios llenos de números rojos (Fulano y Mengano no les pagan, no les dan crédito), pero gozan de flexibilidad de horarios. Y en el peor puesto, los que no resistieron el temporal y como en la película Lo imposible , como el hotel de lujo que queda reducido a escombros, están varados en la playa, esperando que ninguna ola se los lleve mar adentro .