Andaban dos montañeros perdidos por los Alpes con la nieve a punto de llegarles a la nariz cuando un gran San Bernardo se acercó al rescate con su barrilito de madera colgando debajo de la robusta cabeza; al verlo, uno exclamó jadeante: «Ahí viene el mejor amigo del hombre». Respondió el otro: «Sí, lo trae un perro colgado del cuello».

Y es que incluso en momentos de zozobra los más avezados caen en la frase pinche, tópica, fútil y retórica por innecesaria. Porque el perro no es el mejor amigo del hombre, salvo que ese hombre sea muy perro. Y aunque esa pobreza argumental nos atañe a todos, en algunos es de lesa terquedad. Por ejemplo y a mi columnista modo de entender: ‘Como no podía ser de otra manera’. ¡Menuda tontería, porque todas las cosas pueden ser de otra forma! Todo tiene remedio en esta vida, para los cristianos hasta la muerte es un tránsito (y mira que es difícil que Ronaldo encuentre vida mejor), pero, ahora, inmersos en bucle electoral escucharemos esa frase hasta hartazgo de quien no puede justificar otra cosa.

Y miren que estamos en Cuaresma y me esfuerzo por no discutir pero las frases pinches me sublevan (a ver que dice Silvia de aplicar ‘pinche’ para esto) aunque pretendan ser trascendentes (‘No somos nadie’; ‘Se tú mismo’; ‘Tienes toda la vida por delante’). Toda la vida por delante en la tienda de mi barriada significa: «Antes 20 euros; ahora 19,99 euros».

Y es que al final con estas frases lo barato sale caro (¡vaya pinchada!) como los vinos extremeños (que son los mejores de Extremadura, salvo el Marqués de Cáceres). Y si las aplicamos al terreno pseudo sentimental es el colmo: «Tengo un problema, me gustas demasiado»; «Esto contigo no lo había sentido nunca», que al final se desmorona con la pregunta: ¿Me quieres? ¿Para qué?

Aunque puestos a retóricas pinches hay una en la que estoy implicado, ustedes sabrán perdonarme: «Ahora mismo iba a llamarte, Rafa. Enhorabuena por tu columna». «¿La has leído?» «¡Huy! sí, pero no me acuerdo de qué iba». Pues «Sayonara, baby».