Nadie puede dudar de la importancia religiosa de las distintas Semanas Santas de la región y de su interés turístico regional y nacional y de fama internacional. Nadie puede dudar de ellos. Ni compararlos unos con otros, porque son diferentes. Distintos. Y cada uno con una esencia especial, única.

Mérida tiene que alzarse en lo más alto y explotar sus monumentos romanos. Monumentos que son de la época de Cristo. Y anteriores. Son muchos los lugares donde, ver transcurrir una procesión, sólo puede apreciarse en Mérida. El puente romano sobre el río Guadiana o el puente romano del río Albarregas y, a escasos metros, el acueducto de Los Milagros. El teatro y Anfiteatro romano. El templo de Diana. El arco de Trajano. ¿Quién tiene estos monumentos donde las procesiones toman un color y una intimidad distinta?

Mérida tiene que alzarse de una manera definitiva con cuidar su Semana Santa y, de fondo, estos monumentos, emplearlos y aprovecharlos.

Todos están de acuerdo, pero siempre nos quedamos en la idea, que es buena, pero nadie se pone a realizar un proyecto que sea viable, con visos auténticos de realización en todos ellos. Cuidar los lugares y hacer las calzadas necesarias para que las procesiones puedan transcurrir por ellos sin el más mínimo obstáculo.

Ya hemos comenzado un poco. Ya vemos algún paso por el arco Trajano, todo un espectáculo. Y un Vía Crucis en el Anfiteatro. Y alguna procesión por el puente romano, pero hay que coordinarlos, publicitarlos de forma turística y hacer lo posible y lo imposible para que Mérida sea nombrada, pero por merecimientos propios de Interés Nacional, antes, hay que limar ciertos detalles, propiciar ciertas formas y sentarse con los entendidos en estas materias para que se pueda realizar con todas las garantías.

Mirémos a nosotros mismos y nos encontraremos.