O nada sin mi móvil, que es otra forma de decirlo. Para algunos se trata de ver y ser visto aunque sea en las ocasiones más ridículas que uno pueda encontrarse o dando las informaciones más anodinas, vulgares y extravagantes de la vida («salgo de casa»).

Más que raíces profundas esta es una cuestión de relaciones lejanas. Los pantallazos han irrumpido en las relaciones familiares, de amistad, laborales, llegando a grupos de dudosa eficacia y, así, hasta el hartazgo (y más allá). Y no seré yo quien critique Whatsapp, porque tengo mi grupo de hermanos y sobrinos y me da el avío y, el de Televisión Extremeña me alegra el día, incluso cuando Herrerita se pone radical reivindicativo (o sea, él mismo).

Esta deriva peligrosa de hacer del móvil una de las cosas más importantes de la vida, con quien se comparte más tiempo que con nadie, nos empieza a dar más perjuicios que beneficios. Habrá crisis pero conozco niños de familias, voy a llamarlas modestas, que tienen móvil, portátil y la tableta de los papás (¡manda twits!); instrumentos que, faltaría más, prefieren utilizar en vez del ordenador de casa (que puede estar en el salón), el del colegio o el de la Jesús Delgado Valhondo (la biblioteca, para entendernos). Y es que necesitan que les hagan caso, les respondan, les comenten, les like (conocerte es amarte, baby); pero si eso no ocurre, si les critican, insultan, rechazan… hay tragedia, el rechazo con tus presuntos afines es trágico y, o te haces gili para congraciarte con ellos, o te hundirás en la depresión digital.

Es inaudito que desde muy pequeñitos tengan perfil propio (yo con 63 años tengo perfil de barriga y no me favorece nada), consumen (sí, consumen) Facebook, Instagram y Twitter y, por supuesto, sus notas escolares son pésimas (gracias a que estudiaban con los cascos del móvil escuchando música… ¡toma música!). Y, como estamos en horario infantil, no voy a escribir de las páginas porno o las apuestas on line (eso, para otro día en que esté cabreado). Resumo: porque me llamas amigo y después no me saludas por la calle, si somos pana, xoxo.