La televisión más cercana a los emeritenses, a un clik de todos ustedes, es Televisiónextremeña que, a base de profesionalidad, esfuerzo y proximidad, consigue trasladar el pálpito de las cosas de Mérida calle a calle, barrio a barrio. Alguien, no me gusta señalar, debería pensar cómo es posible que esta televisión tenga picos de audiencia superiores a Canal Extremadura pero, por favor, que no se les ocurra comparar porque entonces tendrían que cerrar la CEXMA. Las pérdidas millonarias de la televisión pública, su sobreabultada plantilla y el alejamiento del día a día de las cosas de la calle, (demasiados políticos, oficiales o sindicales) hacen poco competitiva la pública extremeña y, así, no se afianza la identidad regional (por lo visto era uno de sus objetivos).

Tras la andanada vamos a lo nuestro: en Televisiónextremeña hay un programa, La Picota, donde ciudadanos de ambas orillas nos convertimos por un rato en opinadores, como si estuviéramos en la barra del Chinche (o en mi esquinita del Nevado). En todas las Picotas el abogado Domingo Hidalgo entona con aires de bolero su crepúsculo interior, preocupado por la zona de niebla que afecta a Mérida que, para él, no está bien iluminada sino que es oscura y lúgubre (a cachos). Sicut Domingus hacen falta refuerzos, porque hay demasiados puntos oscuros y los espacios mal iluminados tienden a cuidarse menos y, con ello, la oscuridad deriva en problemas en el disfrute de nuestras calles.

A base de ser cansino con la iluminación ha conseguido que cale en la gente corriente su mensaje (¡ves como tienes que cuidar más esta televisión, ARO!) y ahora algunos dicen que Mérida apenas luce, que estamos entre penumbras. Porque iluminar no es amontonar farolas. Convendrán conmigo en que las bombillas no son de izquierdas ni de derechas, son suficientes o insuficientes y que la iluminación no sirve sólo para iluminar, sino que le da otro aire a la ciudad: más seguridad, limpieza y confianza. Sí que es verdad que hay calles con alumbrado de autopista que en vez de iluminar a la acera y al ciudadano, apuntan a la calzada y, algo debería decir el Consorcio en esto, hay muchos monumentos arqueológicos, singulares, cuyas fachadas (lo de facha últimamente se me escapa por cualquier resquicio) merece la pena iluminar. A lo mejor algo se ganaría, digo yo, si hubiera unos turnos de encendido, una rotación de calles, no siempre las mismas. Con las nuevas tecnologías, me lo ha contado mi Juanito, los sensores varían la intensidad de la luz dependiendo del paso de los ciudadanos (por debajo). La tesitura de iluminar más tiene sus inconvenientes, alguna cosas en la vida hay que hacerlas a media luz, los dos, a media luz los besos, a media luz el amor. A ver como sales de esta, alcalde.