Nadie está conforme en este país. Todos los jóvenes lo que desean es tener trabajo. Si ese trabajo es de funcionario, la bonoloto, una suerte que se han ganado a pulso por unas oposiciones.

No lo entiendo. Lo principal es tener trabajo y si se pierde media hora de sueño, hay fórmulas para recuperalas, una de ellas es viviendo en Mérida. Está ciudad está cansada de ver un ir y venir de autobuses y coches de toda la región de 8 a 3 de la tarde. Los impuestos de sus coches, de sus casas de todo, se hacen en otras ciudades, pero cada día toman la ciudad en aparcamientos y en bares, que, como decía un exconcejal de IU Vicente Ramírez: es un funcionariado que le queda a Mérida el café y la tostá con cachuela

Cuantos jóvenes y mayores les encantaría recorrer ese trayecto y tener un trabajo seguro para marchar el viernes a las tres hasta el lunes.

No es justa esta protesta, aunque tengan todo el derecho del mundo a manifestarse en la puerta del ayuntamiento y decirle a Manolo Balastegui que les busque otro lugar más cercano.

Aquí se protesta por todo. Unos por la refineria. Otros por la sequía, los partidos políticos por hacerse con el poder, los ciudadanos por encontrar una ciudad más acogedora y con menos tráfico. Me recuerdan a los miles de trabajadores que atravesaban a las seis de la mañana el puente de hierro, peligrosísimo, para ir a trabajar al matadero regional. Nunca se manifestaron por atravesar tan peligroso puente y estaban encantados por tener un trabajo. Y lo tenían que hacer dos veces al dia con lluvia, frío o calor. A las seis de la mañana. Media hora de sueño.