Los del Partido Animalista están que lo petan; tanto que su sucursal, el grupo de Personas por el Trato Etico de los Animales (PETA), quieren que emulemos a las ovejitas y les digamos «beee» a todas sus ocurrencias. Estos merluzos que se autotitulan defensores de los seres vivientes (menos del embrión humano) quieren matar dos pájaros de un tiro y, a la vez que imponen su lenguaje como si fueran policías de la corrección, los muy alimoches nos dictan cómo hay que hablar ante la falta de huevos de loros, cotorras y papagayos.

Ni citar que a los cerdos les llega su San Martín pues ahora los comparan con los canes (soy tu perro no me hagas quedar como un cerdo), ni que los conejillos de indias se utilizan en laboratorios (son tubos de ensayo), ni que al toro se le coge por los cuernos (la flor por las espinas), ni que la curiosidad mató al gato (en realidad le emocionó). Estoy ahora mismo entre mareando la perdiz y buscando tres pies al Mochuelo (38 años anidando por Mérida), aunque otro gallo me hubiera cantado si no hubiera leído la penúltima animalada, esa tan aparente donde aseguran que no se pueden comer huevos y ser feminista dado que consumir el producto de las hembras de otras especies es incompatible con la lucha por los derechos de las mujeres (humanas).

Me gustaría saber que piensa mi hermana Gloria de esto. No consta que este comunicado lo hubieran efectuado tras inhalar los gases que expelen las vacas. A otro perro tendrán que ir con ese hueso que van mostrando en redes siguiendo el viejo refrán de la tontería que, como el caballo, sea grande, ande o no ande; aunque igual hay algún tordo que se lo compra porque el peligro de estas bufonadas es que ni comen ni dejan comer, ellos son como el buey que suelto bien se lame aunque al final acaben como el gazapo que huyendo del perro cayó en el lazo, es decir, que mientras aumentan sus bufidos acabemos pensando que cuando dicen animalistas no se refieren a los burritos, los animales son ellos.