Circula por Hispania el rumor de que Fernando Valbuena también cayó en una marmita de pequeño y la poción mágica le inoculó sensibilidad, escasa susceptibilidad (¿quién es gordo?) y fuerza para el yantar, el vivir y el torear. Ahí lo dejo, que no me quiero pasar con el incensario de la amistad.

Tanto corre el rumor que cada vez que miro a Obelix me imagino al Arbaiza sin trenzas y sin Ideafix pero con la misma finura del niño que creció demasiado rápido y no es consciente de su fuerza, es decir, de sus escritos. Los he echado de menos ahora que algunos se creen aldea poblada por irreductibles que resisten al invasor. Y aquí se acaban las comparaciones pues prefiero como jefe de la aldea a Abraracúrcix antes que al Turra y, como chivo expiatorio, a Asurancetúrix antes que al cobarde escondido en Bélgica ¿Están locos estos torrados?

Estaba por citar a Falbalá, esa niña con coletas que se convirtió en hermosa mujer y de quien Obelix se enamora a simple vista pero eso me lo reservo para cuando me vea con Fernando a solas y nos hagamos unas risas. ¿He dicho risas? Pues esa es otra de las pócimas que el venerable druida Panoramix ha tenido a bien suministrarnos.

Buen humor aunque tengamos penas y dolores, propios o cercanos (tú sabes por quién); si para estar sano hay que reír treinta veces al día (consejo galo) en una charla con Valbuena tengo para una semana dado que, en su caso, el humor no está en la circunvolución izquierda frontal sino repartido por todo el cuerpo frontal (normal, siempre va de frente).

Y sí, reírse de todo es un sinsentido pero no reírse de nada es una de las estupideces más grandes que conozco. Por eso alejamos la tristeza, porque es aliada del enemigo e incluso puede que algún día por Luganum, Marchiviritum, Campañorum o Galaxium acabemos entonando Clavelitos, cual tunos pasados los sesenta o, mejor, el himno de las Legionum. ¡Por ir a tu lado a verte! ¡Por Tutatis!