Rufino Félix Morillón es probablemente uno de los mejores poetas que haya dado Mérida, ciudad que lo vio nacer en 1929 para acabar nombrándole Hijo Predilecto. Verso a verso, este maestro de las letras se ha ido consagrando a través de la calidad de sus 18 publicaciones. Su último trabajo se titula La puerta del adiós, un poemario ecléctico que adentra una vez más a lector en su concepto de la poesía, que es «el grado más elevado de la literatura».

-¿Concibe ‘La puerta del adiós’ como una despedida?

-La puerta del adiós es un libro ya de las postrimerías, porque por razón de edad ya no creo que pueda escribir mucho más. Es un libro un poco ecléctico, porque la primera parte está dedicada a la poesía amorosa, a mi mujer que llevamos 60 años casados. El final es poesía de las postrimerías, poemas casi de despedida, de prever lo que va a venir y, en consonancia con mis posibilidades poéticas, he intentado decir lo que se siente en estos momentos. En la zona central del libro hay versos dedicados a algunas de mis aficiones, como los toros y el cine.

-¿Cómo definiría su poesía?

-Dicen que mi poesía es honda e intensa. Toda la buena poesía es elegíaca, y no lo digo porque así haya sido la mía, sino porque se canta a lo que se pierde, a lo que ha quedado atrás. La memoria es muy selectiva, prescinde de lo accesorio, dulcifica lo malo y te presenta una situación bonancible. Anímicamente te rehaces rememorando lo que has escrito en unos tiempos que lamentablemente se han ido de tu vida: el primer amor, el primer beso...

-¿Y qué es para usted la poesía?

-Estimo que la poesía es música, porque surgió con la lengua romance a través de los juglares. La poesía, en principio, tiene que tener musicalidad, el verso libre ya nos ha privado de la posibilidad de que la métrica nos dé la música ya hecha. La poesía libre te deja la libertad de escribir a tu aire, pero le tienes que dar la musicalidad al verso, y es ahí donde viene el estilo de cada uno que pocos lo tienen. Eres tú el que tienes que darle musicalidad con la longitud de tus versos, si no, todo lo que venga detrás es prosa. Ahora todo lo difuminan mucho diciendo que es prosa poética.

-A través de sus versos, ¿qué busca transmitir al lector?

-Mi poesía pretende que al contar algo que me ha emocionado, que he vivido o que he soñado salga de mi corazón y fluya hasta llegar al del lector. Esta particularidad mía es la más universal, porque siempre habrá algún hombre en el mundo al que le haya pasado la circunstancia que estoy exponiendo en el poema. Cuando uno asume, aunque sea momentáneamente, que en la lectura del poema uno se ha acongojado o deleitado con la musicalidad, esa bonanza que recibe a través de mi poesía cierra por completo el ciclo. Esa es la verdadera poesía.

-¿Se siente profeta en su tierra?

-Yo soy un hombre muy abstraído, en el sentido de que no busco la adulación de nadie. Afortunadamente mi poesía tiene un reconocimiento externo porque habrán apreciado mi obra, pero nadie podrá decir nunca que le he pasado la mano. Cuando me hicieron Hijo Predilecto de la ciudad yo no había pedido nada, un día me lo comunicaron y yo encantado de la vida. Ahora el alcalde me ha ofrecido publicar desde el ayuntamiento el resto de mi obra y lo agradezco vivamente, porque es primordial que la política se acerque a la cultura. Un pueblo sin cultura es ágrafo y no puede ir a ninguna parte.

-A pesar del título de su última publicación, entiendo que no tiene pensado dejar de escribir...

-La verdad es que no paro de escribir. Cuando voy a Cádiz no me llevo nada, me siento frente al mar, que es el elemento de la naturaleza más atractivo que hay, y por inercia me pongo a escribir. Al final me traigo 20 o 30 poemas y ya tengo para otro libro, de hecho, ya tengo uno en mente.