Desde la más o menos humilde comodidad de nuestro salón, vemos reportajes de personas encerradas en cárceles extranjeras en condiciones terribles. Algunos españoles cuentan cómo llegaron allí. Dicen que se vieron en la calle al no poder pagar una vivienda que compraron por más del doble de lo que pudieran sacarle ahora. Sin trabajo, sin ingresos y con familia, buscan desesperados una salida antes de que les desahucien. Algunos desalmados, les ofrecen pasar droga a cambio de unos euros que podrían librarles unos meses de su angustia.

Ahora, después de ser detectados en la aduana de estos países donde los derechos humanos no están garantizados, agonizan en su mayoría enganchados a las drogas como única salida de escapar del infierno en el que están metidos. Haber firmado una hipoteca para esta gente trabajadora que ha perdido su empleo se convierte en una trampa donde parecen haber vendido su alma al diablo. Otras veces un nudo en la garganta nos dificulta que tragar la cena, mientras vemos la agonía de algunos padres que perdieron el trabajo y ahora no tienen con qué hacer frente a los pagos de la hipoteca y a veces se ven en la horrible tesitura de no tener qué dar de comer a sus hijos. Personas que a duras penas van tirando gracias a la solidaridad.

Muchos se quejan de que la burocracia intenta traducir la desgracia en la que han caído y dejan pasar a unos que no lo necesitan mientras otros pasan penurias sin papeles suficientes que lo demuestren. Supongo que será imposible estudiar caso a caso, revisar, sin tener en cuenta unos barómetros estrictos quién lo necesita y quién tiene su vivienda social llena de televisores gigantes de plasma. Ahora, se han otorgado en Mérida 40 pisos. Algunos adjudicatarios sé que a pesar de ser humildes, no se quedarían en la calle, ni sin qué comer aunque no les hubiera tocado; otros se quedaron fuera cuando sí lo necesitaban. Mañana se abrirá el plazo para solicitar otras 20 viviendas. Esperemos que los papeles no resistan que personas al borde de la indigencia no tengan ayudas, que sí se lleva el que tiene el mercedes en la puerta.