Leo una entrevista a un actor con nombre impronunciable, Matthias Schoenaerts. Promociona la película ‘El fiel’ y aunque soy analfabeto cinematográfico y no me interesan declaraciones de actores, esta la leí hasta el fin (the end). El fiel narra la historia de un romance entre un atracador de bancos y una piloto de carreras, una historia de amor sazonada de crimen. Para Schoenaerts todas las películas hablan de amor, de una manera o de otra.

El caso es que durante el rodaje de la película el actor perdió a su madre y, durante semanas, dormía junto a ella en un centro de cuidados paliativos de donde después le recogían para ir a rodar. Su madre le hizo prometer que seguiría rodando pasase lo que pasase. Después, ven sin temor.

«De eso precisamente habla la película: debes mantener tu palabra. Si no eres capaz de cumplir tus promesas, no vales nada. Es una pena que la lealtad haya perdido vigencia. Y estamos tan acostumbrados que incluso nos parece normal».

Estamos en esa sociedad líquida de Bauman: aunque necesitamos referencias sólidas muchas cosas a nuestro alrededor devienen líquidas.

Me parece interesante que un actor haga estas reflexiones cuando la cultura (y el cine es el séptimo arte) más que consistir en la capacidad de aprender se ha transformado en la habilidad para olvidar. Esa mentalidad de la sociedad líquida quieren contagiarla a la base de la familia, el matrimonio (como Dios manda), haciendo que parezca anticuada la unión de por vida e imponiendo un contrato basura.

Estoy hasta los cataplines de esa modernización espasmódica tendente a transformar todo en pasajero, en líquido, convirtiendo la noción de compromiso (eje de la confianza mutua) en una antigualla paleolítica. Aunque gordo no me quiero quedar quieto, hay que moverse, siempre adelante porque (lo dice la entrevista) la vida es como un combate de boxeo: si te quedas quieto recibes una paliza y caes. No me gustaría descubrirlo demasiado tarde.