Candela Fuentes tiene 81 años y puede presumir de haber visto pasar la vida de la ciudad al ritmo de sus agujas. La primera vez que se sentó en la plaza de España para confeccionar una chaqueta iba acompañada por su cuñada y contaba con apenas 16 años. Desde entonces, no ha dejado nunca de acudir a su cita con la plaza, convirtiéndose en su rincón favorito para hacer sus labores de costura ante la mirada curiosa de los turistas.

"Llevo toda la vida viniendo aquí", explica Candela mientras cose sentada en una de las mesas del quiosco que se ubica frente al Círculo Emeritense. "La plaza ha tenido muchos cambios y no sabría si está mejor o peor, lo bueno es que ya no pasan los coches, pero tiene sus pros y contras como todo en la vida", matiza. Reconoce que le gusta hacer toda clase de labores porque no es de estar parada y recuerda que antes se reunían más amigas para coser juntas, llegando a ser ocho, pero que con el tiempo ya van siendo algunas menos. Gracias a la destreza de sus dedos ha confeccionado multitud de artículos para el hogar, como manteles, cojines o cortinas, así como prendas de vestir para niños, entre las que sobresalen los batines, jerseys y faldones.

Quien nunca le ha faltado para hacerle compañía y coser en la plaza ha sido Emilia Morcillo, natural de Trujillanos, que llegó a la ciudad con 23 años. "Estaba embarazada de mi hijo el mayor cuando un día Candela me animó a que me uniera a su grupo y hasta ahora", relata Emilia, que junto con Candela exhiben orgullosas el resultado de algunas de sus labores. Y es que es habitual verlas de lunes a viernes, en horario de tres a seis de la tarde, en el mismo quiosco de la plaza, porque según ellas "tiene mucha sombra y se está más fresquito" durante los meses estivales. "Llevamos cerca de 50 años haciendo en la plaza las labores y venimos todas las tardes, a no ser que caiga una tormenta grande", apunta Emilia, que empezó a aprender costura y labores en el colegio. "La costura hecha a mano no tiene nada que ver con la industrial, porque es más trabajosa y se nota mucho el cariño, que no se paga con dinero", puntualiza.

"Nuestros hijos y nietos se han criado en la plaza y recuerdo que cuando los niños eran pequeños pasaban los coches y tenías que estar muy pendiente, pero ahora me gusta más", sostiene la trujillanense. En esta línea, considera que este enclave emeritense "siempre ha tenido la misma vida, aunque quizás más antes, porque los lunes se juntaban los ganaderos aquí, además también venían los artistas del festival de teatro cuando terminaban a tomarse las copas". A su juicio, "las niñas de ahora no tienen tanto tiempo para hacer labores, pero es normal y cuando mis hijos o mis nueras me traen las cosas a casa yo estoy encantada". Estas dos grandes amigas que un día unió la costura, aseguran que pretenden estar muchos años más dándole a la aguja y al hijo para seguir tomando el pulso de la vida a pie de plaza.