El pasado 10 de febrero la ciudad decía adiós a los emblemáticos quioscos de la plaza de España. Los trabajos de derribo realizados por una máquina retroexcavadora ponían fin a los recuerdos de muchos emeritenses, a la melancólica imagen de una plaza con cuatro quioscos de toldos anaranjados que llevaban más de un siglo de vida siendo testigos del devenir de los ciudadanos. Con el derribo, los concesionarios de los establecimientos y sus trabajadores se vieron obligados a buscar nuevos caminos profesionales. ¿Hay vida después de los quioscos? Por ahora, parece que sí.

Para Juan Carlos López, antiguo trabajador del conocido quiosco ‘Jauja’ (el que estaba más próximo al ayuntamiento), el cierre le supuso un importante cambio en su vida: «Personalmente me ayudó a echar el vuelo y tratar de emprender algo familiar con mi esposa y mi hijo». Así, el pasado mes de abril abrió un establecimiento hostelero en el número 4 de la calle San Salvador. «Estamos muy contentos. El quiosco fue una ventana para darnos a conocer a los emeritenses», reconoce Juan Carlos, quien gracias a su buen talante ha conseguido que muchos de sus anteriores clientes le siguieran hasta la nueva ubicación de su bar.

«En los años que sirves detrás de la barra creas lazos de amistad con algunos clientes y la verdad es que te invade una nostalgia cuando te acuerdas de esos momentos en el quiosco», sostiene este boliviano afincado en Mérida. Respecto a su negocio, explica que actualmente están trabajando en la idea de dar a conocer nueva gastronomía, especialmente con platos latinos, que ya están ofreciendo en su carta y que están teniendo muy buena acogida.

El abuelo del emeritense Joaquín Lunar abrió el llamado Kioskini en octubre del año 1950. El negocio pasó de su abuelo a su padre hasta que recayó en él, que tuvo que presenciar cómo derribaban un quiosco que formaba parte de su vida. «Me he criado en la plaza, de la que conservo todos los recuerdos de mi infancia y de mi vida», afirma Joaquín, que echa de menos «la clientela y todo el ambiente que generaba». Tras el cierre decidió poner en marcha un nuevo negocio en el 28 de la calle Morerías. «Tiene que seguir entrando dinero en casa y como ya dije en su día, se cerró una puerta pero se ha abierto otra», destaca. Por ahora asegura que el bar está yendo bien y que se están centrando «en el desayuno y en el mediodía», ya que la mayoría de su clientes son funcionarios, de ahí que de lunes a jueves solo abran por la mañana.

Sergio Guillén era trabajador del quiosco más cercano al casino y decidió decorar como si fuera uno de los quioscos el bar que regenta en la calle Trajano. «Ya que los iban a tirar quería que la esencia se mantuviera en otro lado», apunta Sergio, quien destaca que a la gente le ha gustado su idea y está «muy contento».