La villa romana de Araya, llamada así por encontrarse parte de ella enclavada en la finca homónima, fue localizada a finales de los años 60 pero se mantiene aún por excavar. Este enclave que resulta desconocido para buena parte de los ciudadanos se localiza en el margen derecho del río Guadiana, junto a la línea férrea que une Madrid con Badajoz, a tan solo unos kilómetros de la ciudad. El yacimiento entró a formar parte en abril de 2014 de la Lista roja del patrimonio que elabora la Asociación Hispania Nostra, y que tiene el objetivo de recoger aquellos elementos que están «en riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores», con la finalidad de darlos a conocer y lograr su consolidación o restauración.

La asociación proteccionista, creada en noviembre de 2007, denuncia a través de su página web que el yacimiento de Araya no cuenta en estos momentos con ninguna protección, por lo que está en «completo abandono». El colectivo argumenta que este yacimiento romano, a falta de excavaciones arqueológicas «exhaustivas y profundas, permanece engullido por la vegetación, suponiéndose la existencia de más zonas del mismo enterradas, posiblemente algunas de ellas ocultas bajo el trazado de la vía férrea; las partes ubicadas dentro del Cortijo de Araya están incluidas dentro de los terrenos de pastos usados para pastoreo del ganado de la finca». Entre los factores de riesgo, Hispania Nostra destaca el «deterioro y posible desaparición paulatina de los restos del yacimiento a la vista por las inclemencias del tiempo y la acción devastadora de la vegetación», así como la «desprotección absoluta frente al expolio».

El Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida informa de que «apenas si se tienen conocimientos» de la villa de Araya. Su constatación arqueológica se centra solamente en una serie de estructuras aisladas (una cisterna y una habitación) y, sobre todo, a su vinculación con la conocida como presa romana de Araya estudiada por José María Álvarez Martínez. La villa romana está cercana a la vía que comunicaba Emerita con Olisipo (Lisboa). El organismo explica que lo que se conoce de Araya está recogido en la Carta Arqueológica de Extremadura y resalta que la villa está ubicada en una propiedad privada, dentro de una explotación agrícola y ganadera. Así, cualquier remoción en el subsuelo que realicen los propietarios privados de la finca está legalmente sujeta al control de la Ley de Patrimonio de la Junta de Extremadura y del Plan General de Ordenación Urbana de Mérida y de su Plan Especial (al estar en el término municipal de Mérida).

Labor de supervisión

Cualquier remoción del subsuelo legal que se quiera hacer en este espacio privado debe estar autorizada y supervisada por el consorcio monumental. «Esa es la mejor garantía de protección de este espacio arqueológico. Cualquier otra cosa, serían actuaciones ilícitas por parte de quien las promoviera», subraya el organismo. En esta línea, destaca que Araya es un ejemplo del rico y extenso patrimonio arqueológico disperso por todo el término municipal de Mérida, recogido en la Carta Arqueológica de Extremadura, muy alejado del casco urbano, y en la mayoría de los casos en parcelas de propiedad privada expuestas a labores agrícolas intensivas, lo que «dificulta enormemente la supervisión y el control arqueológico preceptivo».

Cabe recordar que las excavaciones realizadas en 2012 por el consorcio durante las obras de ensanchamiento de la carretera de Mérida a Torremayor dejaron al descubierto un cementerio romano con unas 150 tumbas, que se dató en el siglo III d.C. Según informó el consorcio monumental en su momento, este enclave funerario se encontraba a tan solo unos 300 metros de distancia de la villa de Araya, por lo que podría estar vinculado con este asentamiento romano rural.