No busquen entradas para el 20 de septiembre de 2020 en el otro Romano porque ya están agotadas. Canta un artista de apariencia normal y corriente que nació en Cuenca (no solo Teruel existe) y al que le dijeron que como cantante no iba a tener mucho futuro. Al lumbrera que se lo predijo le debió responder con algo parecido al ‘Por qué te vas’ puesto que empezó a componer y con ‘Celos de mi guitarra’ ya se puso en lo alto y sigue cantando y siendo versionado por cientos (y cintas) al aire de un velero llamado libertad.

A mí también se me enamora el alma cuando escucho a José Luis Perales porque tengo grabado en el corazón aquella actuación suya en Don Benito en 1980 cuando, camino del ferial y escuchándole, me enamoré de la hija de Manolo Flores y Marta Soto a quien, desde entonces, tantas veces he querido decir su nombre, incluso domingos de fútbol metida en casa. Alguien puede pensar que sus poemas centrados en el amor, la nostalgia, los niños (que canten), los marineros de luces y el alma (que se enamora) son dulzones pero esa música es capaz de producir emociones fuertes y descubrimientos gratos.

Estarán de acuerdo con Perales (y conmigo) en que la combinación de libertad y amor es poderosa. Este hombre actúa desde la sencillez y no pretende hacer la definición de amor más original que jamás se haya escuchado ni escarbar la frase más ingeniosa porque esas metáforas se marchitan pronto, pero las melodías de Perales permanecen en el tiempo y, además, no son canciones tristes pese a su desamor a veces.

A mí, aquel concierto de Perales en Don Benito me señaló el segundo día importante de mi vida pues ya decía Mark Twain que el primero es el día que naces y, el segundo, el día que descubres por qué has nacido. No se cambia el pasado por hablar de él pero rememorar aquel marzo del 80 en Don Benito, se habrán dado cuenta, me llena de placer.