La repercusión de la introducción de una especie invasora en un nuevo ecosistema es algo parecido a una ruleta rusa, impredecible. Una misma especie en diferentes ecosistemas puede tener respuestas distintas, incluso puede mostrarse como invasora en un lugar del mundo y no en otro. Por ello predecir que va a ocurrir, y a qué escala, cuando una especie invasora llega a un nuevo hábitat resulta complicado. Sin embargo existen especies que debido a su alto potencial invasor se puede elucubrar el impacto que producirán.

Normalmente la llegada de una especie invasora causa un revuelo dentro de la estructura organizada de un ecosistema, al cual pone en jaque, ya que es capaz de alterar las relaciones entre las especies y su medio modificando el número y composición de especies y la relación entre los distintos eslabones de la cadena trófica. Entre los principales impactos que causan las especies invasoras en el medioambiente se encuentran la depredación sobre especies autóctonas que no están acostumbradas a nuevos depredadores, como es el caso del visón americano; la competencia por territorios, por el alimento o por sitios para tomar el sol, como ocurre con la tortuga de Florida y los galápagos autóctonos; la transmisión de enfermedades a otras especies; la extinción de especies amenazadas o la modificación de las condiciones ecológicas de un hábitat como se ha detectado en el mejillón cebra por los cambios que produce en las aguas donde vive. La simple introducción de una especie como es el caso de la perca del Nilo en el lago Victoria ha causado la extinción de 200 especies de peces autóctonos, o la llegada de la cabra doméstica a la Isla de Santa Catalina causó la extinción de 48 especies de plantas.

Los impactos ambientales son de mayor grado cuanto más frágiles sean los hábitats receptores, mayor nivel de degradación tengan o más aislados se encuentren. Es por ello que el mantenimiento de los ecosistemas en buenas condiciones permite establecer una barrera natural frente a estas especies.

Lejos de los problemas ambientales las especies invasoras causan un grave, y cada vez mayor, impacto económico. Estas especies normalmente asociadas al medio natural han llegado a áreas agrícolas, como el caso del caracol manzana que se ha establecido en los arrozales del Delta del Ebro donde está provocando incalculables daños en los cultivos para pesar de agricultores y técnicos de la administración que se ven indefensos ante una invasión que lejos de reducirse, con los trabajos de control que están realizando, va aumentando alarmantemente. Sólo en el periodo 2009-2011 fueron afectadas 9.500 hectáreas de arrozales. Otras especies prefieren adherirse a cualquier superficie en contacto con el agua, como el mejillón cebra, que ha encontrado en embalses, centrales hidroeléctricas, sistemas de abastecimiento de agua potable y sistemas de riego su hogar, causando enormes pérdidas económicas debido a problemas de abastecimiento, riego y producción eléctrica, además de los costes derivados de su control y eliminación (alrededor de 2 millones de euros anuales desde 2001). En Extremadura el problema con el camalote ya lleva invertido más de 24 millones de euros en 8 años. Pero las especies invasoras causan pérdidas económicas intangibles como es la extinción de una especie, la modificación de los ecosistemas y del paisaje, o el cambio en los hábitos de recreo. ¿Qué precio se le puede poner?

A nivel sanitario las especies invasoras a lo largo de la historia han matado a más personas que muchas guerras. Sólo hay que recordar las grandes pandemias en todo el mundo, con la muerte de millones de personas, provocadas por la aparición de enfermedades como la peste, transmitida por la rata, o la viruela, que acabó con 2/3 de la población indígena de Sudamérica, o de hambrunas causadas por especies invasoras en cultivos agrícolas, como el tizón en los cultivos de patatas durante el siglo XIX causando la muerte en Irlanda de más de un millón de personas. Las especies invasoras se puede afirmar que pueden causar un grave impacto sobre la salud humana. De esta forma, cada día es más habitual observar en los medios de comunicación noticias relacionadas con casos de transmisión de enfermedades por especies invasoras a seres humanos (zoonosis). Son las mascotas exóticas las principales transmisoras de enfermedades debido al continuo contacto con sus propietarios y al auge del comercio ilegal de mascotas exóticas que no pasan controles sanitarios. Ante estas nuevas enfermedades los centros de Control y Prevención de Enfermedades alertan de que este tipo de enfermedades representan el 75% de todas las nuevas amenazas infecciosas. Además, los sectores más sensibles a la transmisión de enfermedades por mascotas son los ancianos, las personas inmunodeprimidas y los niños, teniendo que ser en muchas ocasiones hospitalizados. Las enfermedades transmitidas por mascotas exóticas conocidas van desde la psitacosis, contagiada por cotorras y loros principalmente, hasta la rabia, por mapaches y hurones. Pero mascotas tan comunes como las tortugas de Florida o las iguanas pueden transmitir la salmonelosis, principalmente a los más pequeños de la casa. De esta forma mantener las mascotas fuera de la cocina, someterlas a controles veterinarios periódicos, evitar que deambulen por la casa, o lavarse las manos después de tocarlas son costumbres que reducirán la posibilidad de contraer una enfermedad contagiosa.