Que El Periódico Extremadura haya concedido el Premio Turismo Extremadura 2019 al Carnaval de Badajoz no solo es un honor para todos los hombres y mujeres de nuestra ciudad que durante décadas han hecho posible convertir la fiesta en un referente de interés turístico internacional, sino también el reconocimiento, uno más, a una fiesta distinta, diferente, singular, participativa, identitaria, explosiva y envuelta en múltiples matices. Agradezco sincera y profundamente al Extremadura que, como periódico que suma opiniones, intereses, argumentos y expectativas, haya puesto su foco en una fiesta tan de Badajoz, una fiesta con tanta proyección. De ahí que antes escribiera lo de internacional aun cuando no está el título oficial en nuestro poder. Es internacional porque ninguna fiesta en Extremadura ha llegado ya tan lejos, con presencia física, real y activa, prácticamente, en los cinco continentes. Pero, al mismo tiempo, es muy nuestra, involucrando a miles de personas en Badajoz durante todo el año y, lo más sorprendente y que más satisfacciones nos está dando, involucrando, asimismo, a gente de nuestro entorno que participa, bien disfrazándose y divirtiéndose, bien concursando.

Hay muchas fiestas en España, en Extremadura y en Badajoz. Todas tienen su interés, sus matices, sus elementos que las convierten en únicas, diferentes y especiales. En Badajoz nos sentimos orgullosos de las que tenemos, de lo que significan, de cuanto nos aportan, de lo que tiene que ver con nuestra identidad como badajocenses. Y, entre ellas, el Carnaval. Con una fuerza, con una potencia, con una energía que le permite crecer, progresar y trascender por sí misma. Una fiesta que ha logrado esa imponente presencia y su inimitable trascendencia gracias al esfuerzo colectivo, a una trayectoria impecable y a una permanente renovación sin abandonar las esencias que siempre lo alentaron.

Las claves del éxito del Carnaval de Badajoz pasan por su historia y la tradición de la que procede y ha mantenido. Una historia lejana en el tiempo, con altibajos, con muchas perspectivas, pero historia al fin y al cabo, historia cuajada de anécdotas, sucedidos, fechas, momentos, personajes, nombres que, desde siglos atrás, fueron configurando una fiesta, una tradición, la evolución de un acontecimiento ciudadano que comenzó en los bailes de salón y la máscara y fue alcanzado la calle, la algarabía, el disfraz, la pluma, el maquillaje, el baile, las letras, los tambores y la música. Las murgas y las comparsas.

El Carnaval de Badajoz se recuperó en 1981 con la misma vocación que tenía cuando desapareció en la década de los treinta, cuando se vivió con intensidad a finales del siglo XIX y principios del XX y cuando, en algunas casas de la ciudad y un poco a escondidas, se celebraba en los años cincuenta y sesenta: la pasión y la participación. Los badajocenses siempre hemos sido muy pasionales y muy de participar, de involucrarnos, de comprometernos con todo lo que se nos ponga por delante y sea capaz de seducirnos. Obviamente, la fiesta es algo que seduce por sí misma pero los carnavales históricamente fueron otra cosa. Algo diferente. Con otras exigencias, sí, y con otras consecuencias. Los carnavales nunca fueron, no son una feria, una romería o una diversión más o menos tópica. Al contrario, basan su diferencia en la espontaneidad, en la superación del ridículo, en la diversión como fundamento de la fiesta y los accesorios que la complementan, como el disfraz, el antifaz, la música o la broma.

Estamos ante una fiesta que forma parte de nuestra cultura, de nuestra identidad, que nos define, nos reúne y nos expone; una fiesta que conocen más allá de nuestra geografía local, regional o Raya y que, como escaparate de nosotros mismos, invita a otros a conocernos, a entendernos, a saber que somos un pueblo, una comunidad que sabe divertirse, que sabe compartir con los demás una fiesta con tantos matices que las palabras no bastan para explicarla. Esto es el Carnaval de Badajoz: una ciudad volcada en una ilusión que no es de nadie, que es de todos. Una fiesta que, por sí misma, es reclamo turístico, con sus atractivos y potencialidades.