Comienza el Carnaval en Extremadura. O más bien deberíamos decir sus Carnavales, porque la diversidad de manifestaciones carnestoléndicas es una de sus señas de identidad. No hay en toda la geografía extremeña un Carnaval igual a otro. Nada tienen que ver, por ejemplo, los 'jurramachos' de Montánchez con los deslumbrantes desfiles de carrozas de Navalmoral de la Mata o los de comparsas en Badajoz. En Extremadura hay una clara diferenciación entre el Carnaval rural y uno urbano, a pesar del mundo globalizado e interconectado en el que vivimos.

La región goza, además, de un largo periodo precarnaválico, con fechas destacadas como el 20 de enero (san Sebastián) o el 2 de febrero (san Blas) que se materializan en fiestas de las que Jarramplas (Piornal) y Carantoñas (Acehúche) son solo algunos ejemplos.

Especialmente en el norte de Cáceres pervive una tradición carnavalera muy ligada al medio rural. Y no solo en las Hurdes, sino en buena parte de pueblos como Garrovillas de Alconétar, Albalá, Piornal, Navaconcejo o Villanueva de la Vera, que tienen botargas en torno a las que gira el ritual. También puede citarse el 'Zampajigos' de Pasarón de la Vera; las Carantoñas de Acehúche, Martinlandrán o Fragosa; los 'jurramachi' de Valdastillas o Alcuéscar, los 'Febrerillos' de Cáceres; los 'Compadres' de Ribera del Fresno y Fuente del Maestre o los 'Candelarios' de Feria, muchos de ellos muñecos o peleles hechos de bálago. También podríamos incluir en el tiempo precarnaválico a las 'Pantarujas' de Almendralejo y en Badajoz el 'Marimanta'.

Javier Marcos Arévalo, antrópologo del Departamento de Psicología y Antropología de la Universidad de Extremadura, autor de diferentes trabajos y estudios sobre el Carnaval, al respecto, afirma: "El carnaval rural es mucho más espontáneo, más natural. Se celebra en la calle, y los recursos creativos son menores, recuperando por ejemplo, ropas viejas. En la ciudad es menos ritual y tiene más de espectáculo. Desde mi punto de vista se olvida que el Carnaval es ante todo cultura, patrimonio e identidad. Los distintos carnavales reproducen las identidades de las poblaciones. De hecho, no es lo mismo el Carnaval de Venecia o Río de Janerio que el de las Hurdes". Añade el antropólogo que el Carnaval es "sobre todo ocio y no negocio. Y sin embargo se está convirtiendo en el medio urbano en negocio, en mercantilización. Y en su modelo convencional el Carnaval siempre ha sido más público que privado".

Asegura Marcos Arévalo que en la ciudad se vive una 'domesticación' del Carnaval, circunscribiéndolo a ciertas horas, a un desfile, al pregón, a murgas y comparsas que actúan, con lo que que el poder y la autoridad se apropian de la carga de contestación que el Carnaval tenía en sus modalidades tradicionales.

CULTURA SELECTIVA En cuanto a la desaparición de algunos carnavales urbanos, Marcos Arévalo explica que la cultura es selectiva y que a lo largo del tiempo se produce una decantación, por procesos de adaptación y selección.

"No todas las poblaciones tenían Carnaval, pero probablemente a partir de la Transición con la efervescencia de libertades políticas, en los 80 todos quisieron tener un carnaval. Pasado el tiempo, las poblaciones que han conservado la fiesta fueron las que tenían una fuerte o cierta tradición carnavalera", dice.

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