Quiero celebrar el día 8 de septiembre con todas las personas que hacemos Extremadura dentro y fuera de nuestra comunidad autónoma. Mis sentimientos de extremeña son los compartidos con todas ellas, con las que me identifico trabajando día a día por esta tierra, tratando de impulsar sus ideas, sus iniciativas, sus ambiciones y su conducta cooperativa, a las que sumamos nuestras convicciones, profesionalidad y recursos. Extremadura es una región cada día más rica en ideas de progreso, ideas que nos interesa resaltar y difundir para demostrar que están a la altura de cualquier otra en cualquier otra parte del mundo. Nuestros productos tienen una calidad excelente, ya no solo los más conocidos, agroalimentarios, sino que la innovación en como presentarlos y comercializarlos los hace más valiosos aun procediendo de cooperativas o empresas rurales hasta ahora tradicionales. Somos capaces de mejorar en otros sectores como el turismo para los que nuevos productos están ya haciendo las delicias de nuestros visitantes. Y seguimos cuidando una alta diversidad de paisajes y recursos.

Veo a Extremadura como una tierra de futuro, capaz de consolidar los tejidos colaborativos que poco a poco se van desarrollando, sobre todo en el mundo rural en el que la Diputación se desenvuelve. Y tengan en cuenta que lejos de una diatriba pesimismo-optimismo, en la que no entro, mis sentimientos son así porque se originan donde se están realizando los trabajos y las producciones. Y ahí encuentro voluntades positivas, capaces de tender la mano para progresar, para hacerse más fuertes cooperando, sabiendo que pelear el éxito de nuestra empresa tiene mucho que ver con el desarrollo de nuestros pueblos y con el cuidado de nuestras tierras. Y esto ha sido siempre una labor colaborativa.

He de trasladar estas sensaciones porque son el resultado de mi experiencia como presidenta de la Diputación de Cáceres. Una experiencia que valoro más cercana a nuestros pueblos que a mi despacho de la plaza de Santa María. Conocer de primera mano los proyectos de la gente al tiempo que se gestionan las necesidades locales me hace soñar un día con las iniciativas turísticas de las Tierras de Granadilla o con las explotaciones hortofrutícolas del Alagón y del Tiétar al día siguiente. Tan pronto admiro la agricultura de montaña en la Sierra de Gata o el proyecto Mosaico como observo con atención la diversificación en el valle del Jerte o en la sierra de Montánchez. Nuestras comarcas tienen ganas de innovar, de crecerse, de hacer cosas nuevas que atraigan visitantes y mercados y de cuidar lo nuestro como un patrimonio fuente de nuevas economías. Me uno a las iniciativas culturales de La Vera mientras ansío ver resultados de desarrollo sostenible en nuestras dos Reservas de la Biosfera o confirmar que el Geoparque sea un referente que sumar a las bondades de su tierra. Confío mucho en el trabajo de la gente de comarcas que, en otros tiempos, no fueron afortunadas y que hoy se saben más fuertes, no ricas ni muy pobladas pero bien arropadas por sí mismos y por las instituciones que las apreciamos. Son tiempos en las que todas ellas se ponen en el mapa, con nombres cargados de historia que sostienen nuevas ambiciones. Pensemos en el Campo Arañuelo, en el valle del Alagón, en los llanos que comparten Tajo-Salor o Miajadas-Trujillo, comarcas que impulsan la mayor parte de nuestra innovación agroganadera y de las que productos cualitativamente más modernos deben esperarse en el futuro. Las Hurdes y el Ambroz se saben bellas y la belleza siempre fue un recurso. La cooperación me ha llevado igualmente a Cáceres y Plasencia trabajando permanentemente en la cultura pero también en nuevas infraestructuras. Son nuestras queridas ciudades y ellas saben que su valor se acrecienta y se comprende mejor en el conjunto de la provincia cacereña. Sabemos a dónde vamos y lo compartimos con personas a las que les gusta trabajar. Y por eso hacemos Extremadura y, de tanto en tanto, tenemos que celebrarnos.

Por supuesto a nadie se le ocultan las dificultades, los problemas que salen al paso o las diferentes sensibilidades a la hora de afrontarlos. Pero para eso están las personas y su inteligencia. Trabajar consiste también en eso, en tomar decisiones, en afrontar situaciones complicadas y en labrar tantos acuerdos como surcos en la tierra. Dentro de lo que cabe y a pesar de ser tradicionalmente una región de poca renta, somos una comunidad que puede presumir de estabilidad y bajo nivel de conflictos. En otros lugares, las tensiones rural-urbanas o el discurso territorial les hacen remar hacia atrás. Ya he comentado en otras ocasiones que, en nuestro caso, cuando alguien ha intentado posicionarse en contra, frenando u oponiendo resistencias, nuestra conducta ha sido acelerar y hacer ver con la distancia, el tiempo y las oportunidades que se pierden cuando las personas o las organizaciones se entregan a las disquisiciones en lugar de compartir horizontes diáfanos de progreso. En Extremadura tenemos muchos de esos horizontes y, por ello, mucho trabajo por delante que desplegar. No me olvido de quienes pasan por las mayores dificultades por no encontrar empleo o no poder participar socialmente, cualquiera que sea la causa. Deben saber que los caminos que construimos son siempre inclusivos, que cuando hacemos un programa de empleo siempre va acompañado de medidas de integración y que cuando lo hacemos para fomentar el desarrollo tratamos de mejorar las condiciones en las que nuevas pequeñas empresas son posibles. Ojalá que con todos los apoyos disponibles, estas personas sepan construir su propio proyecto y sumarse al colectivo.

He de incluir, finalmente, dos felicitaciones. Una, a la Asamblea de Extremadura, representación del pueblo extremeño, que celebra su 35 aniversario en este año y merece mucho la pena ser conscientes de lo que eso significa para todos nosotros. Nuestras instituciones autónomas nos sirven para progresar y la Asamblea es el símbolo de nuestra democracia. Y la otra, para todos los pueblos de Extremadura, en especial allí donde las marcas del despoblamiento son visibles. Han de saber que estamos juntos, las instituciones extremeñas, los ayuntamientos y las organizaciones locales. Y que este estar juntos es el mejor camino para mantener nuestro medio rural y seguir construyendo Extremadura.